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Mostrando entradas de octubre, 2023

El poder del palco

Creo que mañana se juega el Barça-Real Madrid. Es decir, el partido del siglo de este cuatrimestre. Hace años, pensaba que el fútbol era a la política lo que la política era a la economía. Ahora, más bien, pienso que el fútbol ES la política. Y la política ES la economía.  Yendo a la economía, últimamente, el célebre ex-comisario Villarejo ha sido especialmente activo en los medios. Han emitido dos interesantísimas entrevistas con Pablo Iglesias y con Artur Mas en la radio catalana. Lástima que la actualidad de nuestra pequeña aldea y las crisis internacionales les hayan quitado repercusión a ambas. Mezclando verdades y mentiras, mierda a paladas, palabritas humildes, auto justificaciones y acusaciones en todas las direcciones y hasta algún aviso de que lo quieren suicidar, Villarejo ha venido a confirmarnos lo que ya se sabía. Resumiendo: que al estado español le falta todavía mucho para ser una democracia decente, que todo quedó atado y bien atado, que los medios públicos de los cue

La torre herida por el rayo.

Muchos de mi generación recordarán a Fernando Arrabal: un hombrecillo que, a veces, salía en la tele (una de ellas, muy borracho), una especie de caricatura que tenía fama de intelectual importante en Francia, y a quien el régimen anterior (me refiero al de Franco) había llegado a considerar un agitador peligroso. Incluso, los más cultivados sabrán que el tipo era un dramaturgo influyente. Y por seguir afinando, los ajedrecistas cultivados, además, sabrán que Fernando Arrabal era también ajedrecista y que el ajedrez era uno de sus motivos literarios importantes. Así que, un servidor de ustedes, teniéndose a sí mismo por un ajedrecista cultivado, no podía dejar de leer una de las obras importantes de Arrabal. Me compré esta novela en Amazon (Jorge me hizo ver que en Iberlibro me habría salido más barata), me la mandaron a la Sierra del Segura, me la leí entre siesta y siesta, y la reseñé en mi sección del programa de ajedrez "Negras o blancas" de Alzira Ràdio el 18/09/2023.  L

Asterix en Córcega.

Las buenas gentes que, cada 12 de octubre , acuden a aplaudir el desfile militar y a pitarle al presidente del gobierno español (en funciones o investido) saben bien lo que hacen. Van con los pulmones llenos de mucho aire, ese aire que solo los nacionalismos pueden insuflar en las almas. Quizá le pitan porque tenga ministros más o menos de izquierdas, que suben el salario mínimo o los impuestos a los bancos. Pero sobre todo, le pitan porque lo identifican como la principal amenaza a la nación. A su nación. A esa nación antipática que, a menudo, parece acabarse a las afueras de Madrid. Esa nación que tiene un ejército que desfila con elegancia y una cabra y que tiene la encomienda explícita de "defender la integridad territorial", aunque lleva perdiendo territorios desde 1640. Ya se ve que las naciones-estado están obligadas a defenderse. A sobrevivir a toda costa. Tienen ejércitos, tribunales supremos, selecciones nacionales de fútbol (anoche 2-0 a Escocia), mapas del tiempo,

El baile de la victoria.

Hace tiempo, leí una idea que me pareció muy explicativa. Era algo así como que en España no se entendería bien a América Latina hasta que los españoles fueran capaces de distinguir por separado los diferentes países latinoamericanos. Es decir, hasta que no se olvide la falsa dualidad "España frente a América" y se pase a "España frente a Ecuador", "España frente a Costa Rica", "España frente a México" y así sucesivamente. Una entre iguales. Muchos españoles, especialmente los menos formados, siguen colocando a una España rancia y antipática en cierto trono ingenuo de "madre patria", una "madre patria" a la que los "hermanos" del otro hemisferio deberían adorar. Esos ignorantes no saben que los "hermanos" del otro hemisferio tienen problemas más importantes que solucionar y que si vienen a limpiar el culo de nuestros viejos, a pintar pisos, a hacer el doctorado o a morir en nuestras discotecas sin licencia