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Mostrando entradas de diciembre, 2014

El concierto.

Anoche vimos en la 2 la peli franco-rumana “El concierto”. Mejor dicho, vi. Porque Merche no paró de moverse y de hacer cosas. Se perdió una película tierna y entretenida, que deja un buen sabor de boca, a pesar de las incongruencias y excentricidades que se permite el director. Especialmente hacia el final del film. Leí hace poco que los rusos decían que lo peor del comunismo era lo que venía después. Y esta comedia intenta retratar precisamente esa situación. Las ruinas personales y emocionales que el antiguo régimen dejó. Lo consigue en parte, aunque las astracanadas de algunos de los personajes parecen exageradas. El argumento es resultón: un director de orquesta represaliado (y que ahora es limpiador en el mismo sitio en el que era una estrella) tiene la oportunidad de ajustar cuentas con el pasado. Montará una orquesta sui generis a la que hará pasar por el actual  Bolshoi para actuar en París. Nos cuentan las picarescas que han de ingeniar para conseguir su

La medida de la realidad. (Alfred W. Crosby).

El libro empieza así: “ A mediados del siglo IX d.C. Ibn Jurradadhbeh calificó la Europa occidental de fuente de “eunucos, niñas y niños esclavos, brocado, pieles de castor, gluten, martas cebellinas y espadas” y no mucho más. Un siglo después, otro geógrafo musulmán, el gran Masudi escribió que los europeos eran gentes de mente embotada y hablar pesado ”. Para seguir: “ Seis siglos más tarde, los francos (…) les llevaban la delantera en ciertos tipos de matemáticas e innovaciones mecánicas. Se encontraban en la primera etapa de creación de la ciencia y la tecnología que serían la gloria de su civilización y el arma afilada de su expansión imperialista. ¿Cómo habían logrado todo esto aquellos palurdos?”. Efectivamente, el desarrollo de la ciencia y la tecnología requirieron que los europeos se pusieran a cuantificar. Aristóteles podía hacer bonitas afirmaciones sobre el movimiento de los objetos; pero no eran ciencia, en el sentido de que no eran contrastables. Para que hu

El niño que miraba al mar (Luis Eduardo Aute)

Tomás, compañero y sin embargo, amigo, me manda esta fervorosa reseña del concierto que compartimos la semana pasada: ¡Aute sigue en plena forma! Será porque nos mentalizamos para un homenaje al maestro, al que suponíamos agostado, será por envidia; pero es lo primero que me sorprendió de un concierto vibrante de música, letra y ritmo. Fue en La Rambleta, en Valencia el 28 de noviembre. Aute ya tiene 71 años, nunca ha exigido mucho a su voz y las mesas de mezclas hacen maravillas, pero todo eso no desmerece que sonó limpio e intenso. Uno no puede menos que preguntarse cuál será el secreto de su vigor, y cómo aplicárselo. Cantó las canciones de su último disco “El niño que miraba el mar” y algunas de sus discos anteriores, ya 46 años componiendo. Al final del concierto se centró en las históricas las de los 70 y 80 después de haber amagado tres veces con terminar e irse. Total 3 horas sin descanso. Se hicieron cortas. Le acompañaron tres músicos muy buenos, incluido s