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Periódicos en papel.


En mi infancia, hubo muchas cosas buenas: espinacas, coles y calabacines, ropa limpia y seca, longaniza hecha en casa, manzanas reinetas y naranjas de La Ribera, la tele a poco volumen y siempre, siempre, un periódico. En papel, obviamente. Al parecer, con cuatro años, yo ya leía la prensa. Miope niño precoz. Luego, aprendí a leer muchas veces. En Valencia y sus pueblos aledaños, había dos periódicos: "Las Provincias" y el "Levante". En "Las Provincias" escribía gente a la que no le gustábamos ni los niños inmigrantes ni los niños que hablaban en valenciano. En el "Levante", el periódico que siempre había en los bares, escribía gente a la que no le gustaba "Las Provincias". 

Mi padre se hizo más cosmopolita y empezó a comprar "El Mundo" porque le gustaba a mi abuelo. Por aquel entonces, "El Mundo" hacía todo lo que sea necesario para echar del poder a Pedro González, un señor que estuvo muchos años de presidente. Aprendí que "El País" tendía a decir la verdad y que "El Mundo" tendía a mentir. En octubre del 82 llovió mucho y el pantano de Tous reventó y a los primos de La Pobla Llarga les cayó todo el barro del mundo en la cabeza. Recuerdo la angustia de aquellos días. Yo lo leí en aquellos periódicos de fotos amarillas y letra menuda. Después, en los años posteriores, leí sobre la larga búsqueda de culpables. Las obras de la presa de Tous comenzaron en 1958 y el llenado se completó en 1979. Ya saben ustedes, eran los años en que todas las obras hidráulicas eran buenas sí o sí, sin más discusión.

Seguí leyendo los papeles y también aprendí que el "ABC" era un periódico donde los elegantes hidalgos del lejano Madrid publicaban las esquelas de los viejos de los que esperaban heredar para seguir viviendo del cuento, que los dueños del "Heraldo de Aragón" mandaban más en Aragón que el bueno de Labordeta y que "Egin", en vasco, significa "hacer".

A finales del XX, estudié una ingeniería de finales del XIX. Mientras tanto, Berners-Lee desarrollaba el protocolo HTTP en el CERN y las empresas estadounidenses empezaban a vender PDAs. Y poco a poco, los periódicos en papel se hicieron más raros y los precoces niños miopes se hicieron más miopes, atrapados por pantallas cada vez más pequeñas. Sin embargo, hoy todavía tengo memorizada una geografía de bares (el bar Teruel, el Teide, Casa Emilio) donde leer el "Levante" o "El País" en papel, mientras inundo mi hígado de lodo.

Esa tarde llovió muchísimo en la cabecera de los barrancos. Rieras que habitualmente, eran cauces secos o cursos insignificantes empezaron a trasegar miles de metros cúbicos, lanzados como un arma mortal contra pueblos de las llanuras litorales. Pueblos urbanizados a prisa y sin previsión ninguna. Barrios enteros y zonas industriales completas desaparecieron. Lo coches se amontonaban. Los restos, ramas, basura, enseres, atascaron los ojos de los puentes y aumentaron el daño. Se estima que perdieron su vida entre 800 y 1.000 personas. Estoy hablando de las riadas del Vallés de 1962. Supongo que el periódico del Conde de Godó "La Vanguardia",  en aquella época "La Vanguardia Española", dedicó a la catástrofe muchas ediciones. Asusta pensar en lo mucho que se parecen aquella tragedia y la actual. Y también lo poco que aquella se está citando en los medios. Parece como si el independentismo hubiera logrado su ansiada desconexión emocional.

En este final de octubre triste y oscuro, leo sobre la tragedia de aquí en tinta. Y miro los periódicos con una mezcla de extrañeza y curiosidad. Como si el infierno que se ha desatado ocurriera en un país muy lejano. Y luego, vuelvo a la realidad y me estremezco pensando que en lugar del Magro y del Barranco del Poyo podría haber sido el Palancia el arma homicida. Afortunadamente, ningún allegado ha muerto, aunque han perdido casi todo y todavía están aterrados. También veo la solidaridad en los amigos que viven más cerca y la gente que ha cruzado el río cargado de alimentos y agua embotellada para los del sur de la ciudad. Valencia cuida a Valencia. Porque está sola. Que se lo pregunten a Domínguez Barberá y Trénor Azcárraga.

Pero no todo el mundo es bueno. El sobrino le dijo a Merche por teléfono algo así como "La culpa de todo esto la tienen los ecologistas y los comunistas que están destruyendo los pantanos que hizo Franco". La señora de la limpieza, también hizo algún comentario de ese tipo. Desgraciadamente, ella no sabe leer. Su infancia no fue mi infancia. Y el sobrino no es precisamente un experto en ingeniería hidráulica. Ni siquiera los que saben de eso coinciden en cómo se hubiera debido prevenir la catástrofe. Es difícil encauzar tanta agua que cae desde tanto desnivel en una zona tan urbanizada, con una barrera artificial como la pista de Silla. Pero los malvados que les han metido esas ideas en la cabeza tampoco saben lo qué es un periodo de retorno o el chorro polar y no dejan de lanzar bulos. Son así. "No sé nada del asunto, pero opino con mala idea". La cuestión es aprovechar la desgracia para avanzar posiciones en las mentes ignorantes. Guerra de trincheras. Y ni siquiera saben que esto, exactamente esto, ya ocurrió en 1962. Y mientras tanto, la temperatura del Mediterráneo sigue aumentando.

 


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