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La sospecha de Sofía

Merche no aguanta demasiado tiempo en casa. Acabábamos de volver del Teruel de Teruel; pero insistió en ir al cine. Nos comimos unos bocatas con poca gracia y entramos a la vacía sesión de las 22:30. Soy un facilón.

La película se basa en la novela homónima de Paloma Sánchez-Garnica. Es una historia de espías y de gemelos que se intercambian. Y como decorado, la España de los 60 y la Alemania Oriental. Da la sensación de que a alguien, en algún despacho madrileño de esos donde se manejan los dineros para lo de la cultura y el postureo, le gustó mucho la novela. Y le apeteció una película con mensaje sutil: Franco era malo; pero los comunistas aún eran peores. Y una vez más, ha quedado demostrado que no siempre sale una peli digerible de una novela que se vendió bien. 

Es lo que tienen las historias de gemelos, que son difíciles de creer.  Siguiendo con obras maestras ambientadas en los 60, me viene a la memoria una de las últimas películas protagonizadas por mi paisano Paco Martínez Soria y dirigida por su director habitual, Pedro Lazaga: "¡Vaya par de gemelos!" Sin ser una de las mejores películas del turiasonense; el guion es muchísimo mejor que el de "La sospecha de Sofía". Y además, la suelen echar en la tele y no hace falta ir al cine a horas intempestivas.

Si el punto de partida de "La sospecha de Sofía" ya tiene poco sentido, las idas y venidas de los protagonistas la empeoran. Y es una pena, porque Álex González ("El príncipe", "Vivir sin permiso") lo hace, como siempre, bastante bien. Si hubo presupuesto para contratar a un pro como Uribe, podrían haberse gastado un poco más en una IA para deponer un guion creíble. Yo le he encargado la imagen que ilustra esta entrada. Y eso me hace ir un poco más allá: en lugar de un largometraje con pinta de telenovela, deberían haber hecho algo de dibujos animados con una IA entrenada. Le metes el libro, le dices que haga la cosa verosímil y luego, vigilas que no haya ningún personaje con seis dedos, aunque sea de la Stasi o de algún pueblo de Aragón.

En cuatro o cinco años, todo habrá cambiado. En la distopía que nos espera, si quedan pantallas grandes, veremos en ellas a galanes como Álex González que, realmente, no existirán. Veremos a espías repeinados viviendo aventuras creíbles en decorados fascinantes hechos de bits. Y habrá nuevos Martínez Soria, personajes digitales, mal vestidos, sudorosos, recién llegados de la aldea o de las sierras del Ecuador, contando chistes aceptables por la censura autoentrenada en ciudades que no eran para ellos. 

El problema es que también habrá un No-Do verdeoliva donde algún meme con la sonrisa idiota de Mazón, nos explicará que el Estado Nuevo lo hace todo por nuestro bien, que debemos ser más diligentes en el trabajo y que los últimos comandos terroristas de la Sierra del Segura han sido neutralizados por los drones de pacificación israelíes que han venido a nuestra patria a ayudarnos fraternalmente.

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