Ir al contenido principal

El imperio del sol.


Creo que era una de las pocas películas de Spielberg que no había visto hasta ahora. Y pasé un rato entretenido y facilón, con pocos quebraderos de cabeza. Supongo que es la marca de la casa: buenas historias, buena construcción cinematográfica, hermosa fotografía y no le déis al coco, que esto es un negocio.
Es la historia de un niño británico (Christian Bale) que, durante la ocupación japonesa de Shangai, se ve separado de sus padres. Estará hasta el fin de la guerra en un campo de concentración, contiguo a un aeródromo nipón. Vemos como va creciendo y se convierte en un "superviviente nato", de la mano de un norteamericano sin raíces ni escrúpulos (John Malkovich). Ve a los kamikazes salir para el combate, mientras come gorgojos de las patatas, estudia latín, como buen gentleman inglés, y se va haciendo un hombrecito. Todo muy bien hecho y muy bien contado.
Aunque la historia suene dura, Spielberg pule las aristas para que quede presentable, es decir, vendible para todos los públicos. Los prisioneros pasan hambre, se llevan alguna hostia y mueren de disentería; pero siempre salen muy dignos y en poses muy dramáticas (para eso son anglosajones). Supongo que si Spielberg fuera chino, filipino o coreano, no hubiera sido tan benevolente con los japos.
Lo que me pareció más interesante de la peli fue la primera parte: el desconcierto de los británicos ante la ocupación japonesa. Los antiguos amos coloniales tienen que ceder el poder ante los nuevos amos y se produce la evacuación desesperada y el abandono de los bienes. Un mundo se ve sustituido por otro, violentamente. ¿Por qué ya no me atienden los criados? ¿Dónde está todo el mundo? ¿Quién dormirá en mi cómoda cama esta noche? Supongo que a los incas les pasó lo mismo cuando llegaron a Cuzco los castellanos, o a los árabes cuando los turcos se presentaron en sus palacios. Siguieron acarreando agua, cavando y barriendo los mismos...

Comentarios

Entradas populares de este blog

Los Ases del Jiloca.

Hay una tierra donde el verde y el rojo libran una batalla encarnizada para que los miren. Esbeltas torres de ladrillo, surgen del suelo, milagrosas. Mírame a mí, dicen. Fueron minaretes de las viejas mezquitas que los adustos antepasados del Pirineo convirtieron en iglesias. Los álamos, que crecen altos y fuertes desde la frescura, no se dejan vencer. Miradnos a nosotros, gritan también. Es una tierra tan hermosa que un británico se quedó sin respiración al ver un atardecer. Es un país de pueblos escondidos en los barrancos, esperando que pase el hielo del invierno ártico y el calor del verano bereber. Siempre esperando a ver lo que mandan otros, lo que dicen otros. En una espera sin esperanza. Es una tierra de bellezas solitarias y únicas. Y es mi tierra. Como en otras nocheviejas, mi cuñado y yo, ron en mano, huimos de la tele convencional, a pesar de nuestra respetable edad. En la del 2024, le puse unos vídeos de Youtube de "Los gandules" . Y nos reímos a mandíbula suelta...

El secreto de Santa Vittoria.

Golpe de estado en los USA, yo no encuentro el boli, Hitler sigue matando niños en el gueto de Gaza, estas peras de San Juan no tienen ningún sabor, a Macron le pega su mujer, las materias primas se van acabando y la única receta es aumentar el presupuesto militar para la gran rapiña final. Solo nos queda la ilusión de que cuando Bildu, ERC o Pueyo, el de Fonz, fuercen al camarada Pedro a convocar elecciones, el año que viene, la candidata a la presidencia del gobierno sea la madrileña, a ver si se dan el gran batacazo, nos reímos mucho y ellos aprenden de una vez qué es España (y Portugal). Cuando uno envejece en tiempos tan oscuros, se aferra como un aterido náufrago a sus viejos cánones, a sus libros y pelis preferidas. Nos encerramos en nosotros mismos, en nuestras listas y en nuestros hábitos. " En tiempos de tribulación, no hacer mudanza " recomendaba el santo soldado de Loiola. Y muy arriba entre las películas de mi canon está "El secreto de Santa Vittoria" (...

Presentes

Solamente existen dos cosas: la vida y la muerte. La muerte es el segundo principio de la termodinámica, dominante, omnipresente, invencible. La vida es la lucha absurda, desesperada, contra ese principio. Es la excepción, lo heroico, la guerra que se libra sabiendo que se va a perder. La vida son los pimientos de Padrón, mi sobrino saltando las dulces olas del mar Mediterráneo, Francella haciendo de Sandoval en un juzgado oscuro de Buenos Aires, mamándose como un boludo mientras tiene ideas deslumbrantes. A veces, hay más vida y a veces, hay más muerte. Últimamente, nosotros hemos tenido algo más de lo segundo. Murió un primo de Merche de Albacete. Tenía ilusión por viajar y por hacer fotos a la vida, mientras que el cáncer lo iba derrotando, después de una guerra de cinco años de tratamientos, pruebas, dolores, experimentos, viajes a Madrid, más contra experimentos y más dolores. Pero ese hombretón y su retranca seguirán viviendo. En los mejores diálogos de Muchachada Nui está su c...