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La ciencia, lo bueno, lo malo y lo falso.

He pasado el fin de semana en el pueblo. Y aunque la bici y los amigos no me han dejado demasiado tiempo, he releído algunos de los artículos de esta recopilación del célebre divulgador científico Martín Gardner.

¿Por qué me ha llamado la atención ese libro? Supongo que los cambios en mi trabajo condujeron mi mano hacia esa parte de la estantería. Ahora que debo jugar a ser científico, me vuelven a interesar los aspectos relacionados con la gran ciencia. Digo la gran ciencia por comparación con la pequeña ciencia, la que me rodea, la que repercute en el salario, la que gestiona el rufián del ministro Wert.

Martín Gardner fue el divulgador científico por excelencia. Especialmente de las matemáticas, a través de su columna en el Scientific American. Fue un activo "escéptico", ese enfoque vital del que ya he hablado en el blog, que le llevaba a enfrentarse a las pseudociencias, a los creacionistas, a los divulgadores de supercherías. En algunos capítulos de los Simpson, Lisa usa directamente sus palabras. "La ciencia, lo bueno, lo malo y lo falso" es básicamente, una colección gorda y ligeramente desfasada de artículos, de réplicas y contrarréplicas en los interminables debates que mantuvo durante años contra todo ese mundo de vividores y listillos, de cretinos y curas, de poetas y magos. Gardner se erigía así en el defensor máximo de lo racional, de lo ortodoxo. Dedicó a esa guerra contra la oscuridad gran parte de su inmenso talento.  Ojalá sirviera para algo.





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