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Durante la epidemia (2): La casa de papel.

Todos sabíamos que iba a ocurrir y ocurrió el 13 de marzo. Todas las fechas están escritas, aunque nadie las pueda conocer. Cargamos las maletas, las penas y a Lara y viajamos hacia el sur (y luego hacia el norte) y luego, otra vez hacia el sur, a pasar el duelo. Lo que no podíamos saber es que se iba a declarar un confinamiento y que íbamos a pasar dos semanas fuera de casa, medio encerrados, medio atontados, de luto. Dos semanas en las que íbamos a querer trabajar mucho y nos íbamos a aburrir mucho. Yo hice lo que pude. Hice de maestro particular, hice como que trabajaba, hice como que cuidaba mi salud,  salí a la rambla con la perra, perdí el tiempo en Internet y vi alguna cosa en la tele.

En el Netflix de mis cuñados, ya había empezado a ver la primera temporada. La cuarentena fue la excusa para acabar de ver la segunda temporada de "La Casa de Papel" en el salón vacío y silencioso de una casa ajena. 

Creo que casi todo el mundo conoce la serie. Es curioso que tuviera más éxito cuando la reeditó Netflix y la volviera a lanzar que en su estreno original, en abierto a través de Antena 3. He de reconocer que me gustó mucho al principio: no había demasiados ex-machinas, todo encajaba y los actores convencían, más ingenio que persecuciones, y sobre todo, una banda sonora sugerente. Y es que el producto está hecho para enamorar a los aficionados al género "heist". De todos modos, yo no me podía quitar de la cabeza que toda la historia se parecía demasiado a la casi-perfecta "Plan Oculto" ("Inside man") de Spike Lee (2006). La vimos Jaime, Boro y yo hace mucho. Antes de los viajes al lejano sur. Los últimos capítulos de la segunda se me hicieron un poco pesados. Saber que el atraco va a tener éxito (sabíamos que iba a haber una tercera temporada), es mucho lastre.



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