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El enemigo conoce el sistema.

Leo con atención los sermones dominicales de mi paisano Jiménez Losantos. El tipo está loco: lucha incansablemente para que a todo el mundo le pase como a él. Los otros locos de Terra Lliure le pegaron un tiro en la pierna y en el fondo, y sin saberlo, desea que a todos nos peguen un tiro en la pierna. Supongo que una nueva guerra civil sería el camino para esa suprema penitencia igualatoria. El nacionalismo español tiene otras voces; pero ninguna con su ingenio malvado y con su capacidad para ir al centro de los asuntos.  Ya cité aquí alguna obra suya.

Para Jiménez Losantos, como para muchos en la extrema derecha, TODOS son los enemigos de su España una, eterna y liberal en lo ecónomico: los chinos comunistas, los separatistas, los transexuales, los inspectores de hacienda, los moros, los animalistas, los maricomplejines de la derecha, las novias del campechano y los inmigrantes del Camerún. Eso no es nuevo: los nazis ya presentaban como enemigos tanto a capitalistas como a bolcheviques. Supuestamente ambos eran herramientas de la conjura judía. Pero en este principio de siglo revuelto y confuso, los pundits del nuevo fascismo deben andar como locos, con tanta variedad en las filas enemigas. Y sin saber dónde poner a los judíos. Y les quedan por delante seis o siete añitos de Sánchez...

Me llamó la atención que un tipo tan agudo como Jiménez Losantos tardaba en advertir que el verdadero poder en Occidente está en las redes: es decir en sus propietarios (supongo que judíos). Si te has criado entre libros sobre psicoanálisis, tardas en reparar que ya nadie los lee. Como supongo que nadie leerá este blog. Cuando las redes censuraron a su adorado Trump, el maledicente de Bronchales la emprendió contra la banda de Bill Gates. 

La cosa ha ido a peor. Resulta que vivimos en una gran dictadura que actúa de acuerdo a los chinos y que nos va a obligar a cambiar de sexo y peor todavía, nos prohibirá el jamón (creo que ya está prohibido en las escuelas catalanas). No se pierdan este nuevo alegato

Al respecto de este poder abrumador y omnipresente,  leí con atención y placer un informadísimo ensayo de la periodista Marta Peirano (eldiario.es) durante el otoño del 2020. Sabe de lo que habla y lo explica bien.

"El enemigo conoce el sistema. (Manipulación de ideas, personas e influencias después de la economía de la atención)". El tema central del libro es cómo ha evolucionado la red. En lugar de ser el espacio utópico de libertad personal y colectiva que prometía, ha devenido en una distopía, un coto de caza mundial de varios oligopolios, dueños de las mentes y los tiempos de miñes de millones de consumidores. El libro (en papel) está lleno de citas y datos útiles. Tanto es así que en lugar de darle sepultura en alguna caja, lo tendré en la estantería, para consultarlo de vez en cuando.  

"A nosotros nadie nos obliga a tener la telepantalla encendida. Nosotros mismos nos esmeramos en llevarla a todas partes, cargarla a todas horas, renovarla cada dos años y tenerla encendida todo el tiempo. La distopía de Orwell estaba marcada por la violencia estatal y las privaciones (...) La que vivimos hoy ha sido creada de manera casi accidental por un pequeño grupo de empresas para hacernos comprar productos y pinchar en anuncios. Su poder no está basado en la violencia, sino en algo mucho más insidioso: nuestra infinita capacidad para la distracción".

Comentarios

ElSapo ha dicho que…
Es probable que yo sea el único lector de este blog al tempo que tú seas el único lector de Jiménez Losantos. De esto último tengo dudas pues sus teorías se oyen o leen a menudo en algún grupo de wsp.
Yo hace tiempo que digo que Internet destruirá a la Humanidad, no por nada. Sino porque de cada gran avance tecnológico, al momento lo hemos usado para matar gente. Y este encima parece menos violento que las piedras los arcos, las espadas, la pólvora, los barcos, los coches, los aviones y la energía atómica. Lagarto, lagarto...
Deja en barbecho a Orwell y léete a Bradbury. No me acuerdo en cual predecía con increíble precisión todo el rollo de las pantallitas.

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