La descolonización de África y de Indochina inspiró a los pueblos sin estado de Europa: bretones, corsos, catalanes. Si los argelinos habían conseguido echar a los franceses, los indonesios a los holandeses y los vietnamitas a los yanquis, ¿por qué no iban a poder los vascos echar a los españoles y a los franceses? ¿qué podía salir mal? Además de armas, el terrorismo de ETA tuvo buena prensa durante la mayor parte de su existencia. La izquierda española lo veía como el primo grande que era capaz de enfrentarse al fascismo como ella no lo había hecho, que era capaz de hacer volar a uno de los ogros. En la Europa socialdemócrata, ETA era el pequeño ejército de ese pueblo tan simpático que juega a pelota y habla una lengua antigua y que lo defendía del último régimen nazi de Occidente. ¿Qué más se podía pedir? Era el pequeño contra el grande, los elfos contra los orcos, en un país de cuento, de bosques ocultos en la niebla. Pero, cuando se murió Sauron después de 16.000 años, quedó claro que el enemigo de ETA no era el régimen, sino España, en un sentido amplio, y la democracia desalada, en un sentido más estricto. Resultó que ETA no luchaba contra el fascismo, sino que ETA era el fascismo. Ya se sabe, para dibujar nuevas cicatrices en los viejos mapas, hacen falta palos y sangre, machacar al distinto. No importaba la lucha de clases, ni las condiciones objetivas, ni el sentido de la historia. Al fin y al cabo, el más tonto del pueblo puede hacerse el patriota español o el patriota euskaldun y convertirse en alguien importante, sin haber leído un párrafo de Marx o de Hayek. Total, el objetivo último era depurar la nación, que creciera fuerte y sana, sobrara quien sobrara...
En lo que se ha venido en llamar la "lucha por el relato", vi en la 2 un documental sincero y rotundo: "Traidores" de Jon Viar (2020). Entrevista a su padre Iñaki Viar y a otros miembros de ETA de los años 60 y 70 (Teo Uriarte, Jon Juaristi, Mikel Azurmendi, Ander Landaburu). Todos ellos, dejaron ETA y evolucionaron hacia posiciones más o menos contrarias al nacionalismo vasco. ¿Hasta qué punto se benefició el nacionalismo vasco del terrorismo etarra? ETA perdió la batalla moral; pero gracias a sus pobres víctimas y a sus mártires, quizá ganó la batalla política. Identifiqué en el documental muchas de las ideas que ya había leído en los libros de Juaristi, en especial en "El bucle meláncolico"; pero percibí que se prefería no indagar en muchas de las contradicciones morales y biográficas de los protagonistas. No es fácil descubrir que tus padres te mintieron.
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