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Mostrando entradas de mayo, 2023

Bestia parda.

Cuando Castilla se puso a conquistar el mundo, Felipe el prudente decidió ubicar la corte en la villa de Madrid. Podría haber sido en Lisboa o en Barcelona; pero el agua de la sierra era mejor. A partir de ese momento, se abrieron anchos caminos en las tierras sin fin del imperio e incluso en los océanos de las Españas  para que las riquezas que los conquistadores robaban por todo el orbe afluyeran al poblachón manchego. No solamente las riquezas, también acudían las gentes de muchos colores y de muchos acentos de todos los reinos de sus católicas majestades. Ejércitos de funcionarios vizcaínos sin mancha de sangre mora o judía, negociantes flamencos a hacer negocios en el Bernabeu, soldados mancos a reclamar lo que se les debía, buscones a buscar fortuna, hambrientos a saciar el hambre con cerveza y calamares, y curiosos a ver los prodigios de la capital. Y por uno de esos caminos carísimos hemos acudido también nosotros a hacer turismo a la villa y corte. El camino se llama tren de a

La dama del ajedrez. La "variant valenciana"

Prosigamos con los vicios y las reinas fogosas. Porque para vicio, el ajedrez, y para reina viciosa, la dama del ajedrez. Las principales diferencias entre el ajedrez persa ( shatranhj ), que los conquistadores musulmanes trajeron a la Península Ibérica, y el ajedrez europeo son los movimientos del alfil (el elefante) y la dama (el visir o alferza). Precisamente, fue el nuevo poder de la dama (los ajedrecistas hispanohablantes nunca la llamamos "reina") lo que hizo el juego más dinámico e interesante. El ajedrez persa era lento y a menudo, la partida comenzaba a partir de posiciones pactadas (" tabiyas ") para ir ganando tiempo. O bien, se competía resolviendo problemas (" mansubat "). En cambio, la poderosa dama europea posibilitaba los ataques rápidos y animaba las partidas. Si los peones son el alma del ajedrez, la dama es la que lo hace adictivo. Los historiadores anglosajones y del norte de Europa, con Murray a la cabeza, suponían que esos cambios ben

Los borbones, en pelotas.

Hubo un tiempo en el que los europeos se limpiaban el culo con piedras, pasaban hambre y frío, y pensaban que los reyes eran reyes porque así lo quería un anciano con barbas que vivía encima de los estratocúmulos. Pero luego llegaron el cálculo infinitesimal, la Enciclopedia, los revolucionarios negros de Haití y los revolucionarios blancos de Boston, Charles Darwin, el príncipe Kropotkin y los misiles intercontinentales. La historia, esa cabrona que da dos pasitos adelante y uno hacia atrás. Y se fueron acabando los reyes y los privilegios medievales. Pero como todas las cosas absurdas, siguen quedando algunos, aferrados al trono. En este rincón del sur de Europa, los medios de comunicación le han dedicado tiempo y recursos abundantes a la sucesión al británico. Cuando palmó la reina vieja, nuestra castiza lideresa nacional, la señora Ayuso, tuvo a bien decretar tres días de luto oficial en Madrid, es decir, en España. El mundo al revés. A llorar por los que fueron los más formidables