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Mostrando las entradas etiquetadas como Cruz

Mas Miró. Ma ma. Lo cotidiano. La vida.

El padre y el tío han decido vender el viejo piso de los abuelos. Hacía años que no entraba allí. Acudí para ayudar a desmontar algún mueble y cambiarlo de sitio. No era necesario. La cuadrilla de negros sonrientes que contrataron para vaciar el piso, lo hizo. Si algún día, alguno de ellos vuelve a casa de sus padres o de sus abuelos en Senegal o donde sea, también sentirá esa melancolía infinita, esa ternura extraña, ese desasosiego que yo sentí al ver los muebles viejos de los abuelos, el sofá gastado, los electrodomésticos que con tanta ilusión se compraron y que nadie ha usado en muchos años. La vida pasa a toda velocidad. Y solo me doy cuenta cuando miro con un asombro mineral la silla donde el abuelo disfrutaba las largas tardes de invierno leyendo los libros que yo le sacaba de la biblioteca de Mislata, la cocina donde la abuela hacía paellas perfectas, las paredes decoradas con papel o con gotelé. Aún están como entonces. Pisos de clase media tirando a muy media, en los cinturo...

Todos lo saben.

He estado en muchas bodas, demasiadas. Entre ellas, dos en La Mancha. Y no pude evitar acordarme de aquellos banquetes ruidosos al principio de la peli. La larga sombra de Almodóvar asomaba. Creo que el llamado “genio de la Mancha” está en la producción. Pero la peli no trata ni de bodas ni de entierros. Un giro argumental lleva a otro tipo de historia: un thriller entre viñedos y barrancos, con temporeros magrebíes y todoterrenos. Pero todo resulta falso y poco creíble Parece un producto de cartón piedra para el público norteamericano, que verá españoles o franceses “de verdad” viviendo historias muy tremendas en el Somontano aragonés o en el sur de Francia. Es como si quisieran vender una postal de la Toscana con más barro y algo de sangre. Solo eché en falta un par de polvos rápidos. Si es un producto para el mercado norteamericano, lo entiendo. Todo se queda en una historia con mucha carga psicológica donde los protagonistas, que no tienen acento de ningún lugar, hacen ton...

Vicky, Cristina, Barcelona.

El sábado pasado, fuimos al cine a ver la última de Woody Allen. Y fue como los cines de antes: había gente, mucha gente, colas, expectación, murmullos en el sala, cachondeo, ilusión, morbo. Como cuando mis padres iban al cine en el pueblo a ver dramones americanos. Y cuando apareció la Penélope en la pantalla, la sala empezó a reir, a aplaudir. Y yo me sentía feliz. Y cuando llegó el morreo entre la Penélope y la Scarlett, pues me sentí más feliz todavía. Y eso que por primera vez en muchos años, nos habíamos tenido que sentar en un lado y tan adelante que me parecía oler el olor de macho de Bardem. Los fans de Woody Allen notarán que no se ha esforzado mucho para hacer su última comedia: típica historia con triángulo amoroso, un poco de oficio, un latin lover, unos diálogos apañaditos, buena fotografía de Aguirresarobe, buenos actores y que la gente se lo pase bien. Eso sí, es imprescindible verla en versión original, porque la historia juega a menudo con los cambios del inglés al ca...

Elegy

Me envía Amparo la reseña del estreno que vimos el sábado en los Lys: 'Me gusta Isabel Coixet porque es maestra en el arte de hilvanar sentimientos contradictorios sin que el caos de ese tapiz nos abrume. “Elegy” empieza lenta y prosigue lenta, como “ La vida secreta de las palabras ”, pero lo que va aconteciendo es tan auténtico, las situaciones tan creíbles, que la cadencia de las secuencias, su ritmo pausado pero imparable, nos sujeta a la butaca sin remisión, de principio a fin. Era complicado encontrar a la pareja protagonista sin caer en el tópico de la canicular relación entre profesor y alumna. Ben Kingsley y Penélope Cruz , esa actriz de talento proporcional al buen hacer de quién la dirija, se deslizan sin estridencias sexuales y sin discordancias físicas, por una relación a caballo entre el hedonismo convencido y las correas con que nos ata la necesidad de sentirnos amados, necesidad que encierra otro temor, el de envejecer, y más aún el de envejecer solos. Es una hi...