Todos experimentamos, de vez en cuando, la necesidad de transformarnos, de cambiar. De pronto, miramos atrás y con razón o sin ella, no nos gusta lo que vemos y queremos ser otros, de una vez y para siempre. Queremos, de golpe, parecernos a algún inviable modelo vital. Algunos quieren cambiar continuamente, reinventándose, reimaginándose. Otros pretendemos una improbable transformación cada cierto tiempo. En realidad, nunca lo conseguimos, porque la vida es única e indivisible, como una novela o una película. Solamente los más sabios la viven como una obra creativa que solo se comprende, vista, devorada, en su totalidad, como un cuadro impresionista o un chuletón. Esos sabios miran hacia atrás y ven sus tropiezos con cierta sonrisa comprensiva. El protagonista, el excelente actor Alejandro Awada , sabe sacar esa sonrisa en su intento de transformación. Y la complicidad que consigue con el espectador sostiene un argumento que tiende a quedarse vacío, hueco. Otro valor de...