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Mostrando entradas de agosto, 2021

Mapas

Dedico la última entrada de las vacaciones a los libros sobre mapas que me han entretenido durante este mes de agosto tranquilo, pesadote y largo. Me los fui comprando en la librería del Puerto de Sagunto. Siempre me han gustado los mapas. Recuerdo la alegría que me produjo que Javi me regalara el mapa de carreteras de Gran Bretaña e Irlanda que habíamos usado en el gran viaje por Escocia. Fue hace muchos años, cuando todavía se usaban los mapas de carreteras y el independentismo escocés era una fuerza política marginal. Una vida ha pasado desde entonces.   Me gustan los atlas históricos, así que me compré "Segunda guerra mundial. Mapa a mapa." que he ido consultando según he visto algunos capítulos de las series de la amplia oferta televisiva dedicada a aquella guerra. También he disfrutado mucho "Atlas de fronteras insólitas", una interesante recopilación sobre los enclaves, fronteras indefinidas, islas compartidas, que la historia ha venido deparando. La curiosa

Los jueces pícaros y Torrente.

El sistema judicial español es una puta mierda. Es caro, anticuado y lento, ineficiente e ineficaz (muchos jueces no conocen la diferencia entre ambos términos). Y la cosa empeora cada día que el Consejo General del Poder Judicial se mantiene fraudulentamente subido al burrito. Además, ahora empezamos a saber, ¡oh, sorpresa! que la mierda huele mal. Algunos medios subversivos han empezado a airear la práctica generalizada entre los jueces de cobrar en negro las clases que les dan a los opositores a juez. Cobrar en negro no solamente es un delito fiscal, sino que evita las incompatibilidades legales, lo que podría permitir que esos mismos jueces estuvieran en los tribunales de oposición que escucharán a "sus" candidatos declamar los temas de memoria. Todo esto de las coimas y la prueba memorística suena a cosa muy antigua y muy rancia, como del siglo XV o siglo XVI ¿Qué se puede esperar de un sistema que todavía tiene "procuradores" (personas que "procuran"

Das Boot

Vuelvo a ver con placer este clásico del cine bélico (Petersen, 1981). Es la versión del director, más larga que la que Columbia films adaptó al inglés. La peli cuenta la historia del submarino U96. El submarino hunde cargueros británicos en el Atlántico y luego lo envían a combatir al Mediterráneo. Durante la segunda guerra mundial, el arma submarina fue la gran esperanza alemana de dañar al imperio británico. De algún modo, su contrapartida fueron los llamados bombardeos "estratégicos" sobre la población civil. Es decir, formidables batallas tecnológicas en las que los anglo-americanos acabaron venciendo a los prusianos, después de que ambos bandos sembraran de muertos el fondo del océano y redujeran las ciudades alemanas a escombros.  Los personajes y el ambiente agobiante a bordo, entre épico y dramático, enganchan. Acostumbrados a ver pelis sobre la segunda guerra mundial donde los yanquis son los buenos y los alemanes algo parecido a zombies (supongo que por el consumo

Rusia.

Rusia, ese gigante que nos confunde y nos abruma. No sabemos si duerme o prepara el ataque para devorarnos. Durante el siglo XX, Rusia fue el comunismo, la Unión Soviética. Pero luego comprendimos que, en realidad, la Unión Soviética simplemente había sido el instrumento del imperialismo ruso, de la nueva Constantinopla del norte y que el comunismo había sido el sustituto de la Ortodoxia bizantina. Durante el siglo XXI, Rusia se lame sus heridas, vende gas y petróleo, le saca brillo a sus misiles nucleares y enseña sus garras cuando piensa que le quieren quitar lo que considera suyo. Vi en el Movistar de Antonio un documental muy interesante sobre la guerra en el Donbás, en la Ukrania oriental titulado "A sniper's war" (2018) de Olya Schechter. Describe la vida del francotirador serbio Deki, que combate en las filas rusas (los libertadores antifascistas según el canal RT, los separatistas, según los canales occidentales). Entendí mejor el odio a lo occidental, a la Otan y

Riña de gatos. Madrid, 1936.

"Riña de gatos" es el título de un cartón para tapiz atribuido al gran Goya, guardado en el Museo del Prado. Dos gatos en posición de ataque. Preparados para despedazarse el uno al otro. Como las Españas en 1936. El Prado, Velázquez y el arte español son motivos importantes de la novela con la que Mendoza ganó los 600.000 euros del Premio Planeta en el 2010. Así que supongo que tomó el título de ese cartón. El arte español, es, para  el protagonista de la historia, el inglés Anthony Whitelands, lo único salvable de ese país que se precipitaba hacia el abismo en los meses anteriores al golpe de estado y la guerra. Así de idiotas son los ingleses. Me la he leído en este agosto de calimas y calores en Águilas, en el apartamento de Antonio y Geli. Aunque me enganchó al principio (como cualquier obra de Mendoza), me empezaron a empalagar las idas y venidas de Anthony por Madrid. Esas idas y venidas de pollito sin cabeza son la marca de la casa y  tienen mucho en común con las del