"Riña de gatos" es el título de un cartón para tapiz atribuido al gran Goya, guardado en el Museo del Prado. Dos gatos en posición de ataque. Preparados para despedazarse el uno al otro. Como las Españas en 1936. El Prado, Velázquez y el arte español son motivos importantes de la novela con la que Mendoza ganó los 600.000 euros del Premio Planeta en el 2010. Así que supongo que tomó el título de ese cartón. El arte español, es, para el protagonista de la historia, el inglés Anthony Whitelands, lo único salvable de ese país que se precipitaba hacia el abismo en los meses anteriores al golpe de estado y la guerra. Así de idiotas son los ingleses.
Me la he leído en este agosto de calimas y calores en Águilas, en el apartamento de Antonio y Geli. Aunque me enganchó al principio (como cualquier obra de Mendoza), me empezaron a empalagar las idas y venidas de Anthony por Madrid. Esas idas y venidas de pollito sin cabeza son la marca de la casa y tienen mucho en común con las del Detective anónimo, Rufo Batalla o Gurb. Pero esos otros personajes no dejan de ser paródicos y, pobre de mí, me estaba tomando lo de 1936 en serio. Supongo que el pillo de Mendoza se lo pasa muy bien haciendo andar, correr, sudar y comer cocidos y calamares a todos sus personajes, mientras pronuncian párrafos impropiamente floridos.
Es decir, la segunda parte de la novela se me hizo un poco cuesta arriba, a pesar de que en la trama aparecen algunos personajes históricos. Supongo que venía en el pliego de condiciones del Planeta. Conocemos a un José Antonio Primo de Rivera, que se hace amigo de Anthony mientras practica la oratoria y el terrorismo, a partes iguales. Asistimos, como Anthony, a una improbable reunión de los generalotes Mola, Queipo de Llano y Franco, conspirando contra el Estado. Escribo "improbable" porque al parecer, Franquito, el que iba a lo suyito, no se reunió con Mola antes de marchar a su nuevo destino a Canarias, y mucho menos lo hubiera hecho con el "republicano" Queipo de Llano.
En los últimos años, ha habido un intento de maquillar el golpe de estado del 36 y transformarlo en algo parecido a legítima autodefensa. Supongo que la derecha política necesita justificarse y legitimarse políticamente. Más fácil les resultaría haber abominado ya de los malditos militares africanistas que provocaron un baño de sangre sin conseguir nada más que 20 años de autarquía y hambre y 40 de dictadura personal adornada por palios e iconografía fascista.
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