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Mostrando entradas de abril, 2023

El Alamein, 1942. El fascismo.

En dos o tres noches, me he visto "El Alamein, 1942", una peli italiana de 2002 que Prime Video ha añadido recientemente a su oferta. Ya saben ustedes que las plataformas cuidan bien a los hombres blancos heteropatriarcales a los que les gustan las pelis bélicas y que se acuestan tarde.  La peli me gustó por su planteamiento sencillo. Serra, un estudiante universitario, se incorpora al 28º Regimiento de infantería de la División Pavía. Esa división guardaba el extremo sur de la línea del frente, al lado de la famosa Depresión de Qattara, intransitable. Los alemanes y los italianos habían empujado todo lo que habían podido hacia el este, durante la primera batalla de El Alamein (julio, 1942) y la batalla de Alam el Halfa (septiembre, 1942); pero se habían quedado a unas 50 millas del nudo ferroviario de El Alamein y a muchas más del anhelado Canal de Suez. Así que solo les quedaba esperar que los británicos, muy superiores en hombres y en equipo, contraatacaran. Serra llega co

Gárgoris y Habidis.

Yo me arrastraba por mis primeros cursos de ingeniería industrial. Llegaba muy pronto al campus, casi al amanecer, dispuesto a ir a clase; pero acababa en la biblioteca de la universidad. Me engañaba diciéndome a mí mismo, vanidoso y adolescente, que le sacaría más provecho al tiempo estudiando por mi cuenta que tomando apuntes en aulas repletas de aforos ilegales, escuchando a confusos profesores sobrepasados por la masificación. Pero acababa leyendo cualquier cosa distinta del cálculo o de la física. En aquella época, los libros todavía eran el principal distractor de los otros libros y quedaba tanto tiempo para los exámenes parciales...Suena raro pensar que una biblioteca era la sede de mis perezas. Hoy en día, hemos aprendido a procrastinar de otras formas. Entonces, solo estaban los benditos libros. Mis manos y mis ojos debieron tocar muchos en aquellas mañanas largas y holgazanas.  Recuerdo el "Groucho y yo", una autobiografía divertida e inteligente del gran cómico est

La Copa de la España libre.

Como casi todos los súbditos de este triste reino, he sido futbolero. El fútbol, ese rito de la tribu, esa rutina simplona, esa conversación aburrida. Incluso llegué a tener un pase, por culpa de mi viejo compañero de carrera, Javi. Así que acudí varios ejercicios a Mestalla, cuando el Valencia todavía era capaz de vencer, muy de vez en cuando, a los dos mandriles dominantes: el antipático Madrid y el antipático Barça. Y yo, activo y sonriente, iba y venía, y por los Camins al Grau, me entretenía. Pero el rebaño del Mestalla me empezó a caer todavía más antipático que los mandriles. No había ni rastro de épica, y sí mucha caspa, mucha coentor, el olor de los senyorets  de la Ribera que venían los diumenches al Cap i Casal . Los que conozcan la ciudad del Turia,  saben a lo que me refiero. Después, llegarían los chinos, con otros olores. También viví algunas alegrías con el Zaragoza, el equipo de mi hermano y sus amigos, a los que me arrimé buscando un Aragón, que, si existió alguna