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Mostrando entradas de junio, 2011

Camins duptosos. Las Valencias que he vivido (Jiménez de la Iglesia)

Un compañero me regaló este libro. Es una colección de artículos de prensa, noticias y apuntes que conforman las memorias del empresario valenciano Jiménez de la Iglesia. El principal objetivo del libro, como de casi todos los libros de memorias, es ajustar las cuentas con los coetáneos, especialmente con el inefable y bronceadísimo Zaplana, que le hizo dimitir de la CEV (una de las patronales valencianas). La burguesía valenciana del XIX y del XX (en especial, el empresariado) ha sido un fructífero objeto de estudio para economistas, historiadores y polítologos. No es para menos, como clase dirigente, sus anhelos, visiones y proyectos, se convertían en los de toda la sociedad. Por ejemplo, en el terreno lingüístico, la burguesía valenciana, a diferencia de la catalana, despreció siempre la lengua vernácula, que sigue hoy en día en una situación subalterna (el libro toma el título de un famoso verso medieval valenciano, pero está escrito a excepción de 4 páginas, en castellano). Por ra

Relatos de Aldecoa.

El libro al que me refería en mi entrada anterior es una antología de relatos de Ignacio Aldecoa. El vitoriano, que murió joven, pasa por ser uno de los grandes del género. De algún modo mágico, siempre lograba en su obra un tono equilibrado, certero, de tremenda y sombría sinceridad. Como a otros, se le ha catalogado como un autor “realista”. Nunca he tenido muy claro a qué se refieren los críticos con eso de realista. Lo cierto es que Aldecoa dibujó con hermosa ternura y con una extraña perfección la sociedad pobre y fracturada del primer franquismo, de la que hablábamos en la otra reseña. Aldecoa, más que ningún historiador o economista, captó el alma oscura de esos viejos trenes de vapor que llevaban emigrantes y estraperlo del campo a la ciudad, de esos silencios miedosos, de esos soldados semianalfabetos, de esa tos que se podría curar si hubiera cuartos, de esa miseria que empapaba los papeles de papel pintado de pisos húmedos en donde el resentimiento convivía con las más humil

Economía franquista y corrupción.

Durante el gris febrero, leí dos libros que tratan una época gris. Un libro de relatos y un libro de historia económica. La vida y la economía, que siempre andan tan juntas; aunque ahora nos intenten convencer de que no es así, de que los mercados son algo parecido al Dios de los semitas, un implacable ser sin rostro que decide sobre el bien y el mal y a cuya voluntad nadie puede oponerse. El primer libro “Economía franquista y corrupción” de tres profesores de la Universidad de Barcelona, es un manual sencillito (demasiado, para mi gusto). Trata la historia de las políticas económicas de los 39 años de dictadura (más unos cuantos de prórroga). El libro cuenta lo que es la opinión común entre los expertos, es decir que la política económica franquista fue un puto desastre, incluso teniendo en cuenta las guerras y el aislamiento de los cuarenta. Evidentemente, las absurdas decisiones económicas de las dos primeras décadas del régimen tenían unos claros beneficiarios: las clases y los es

Aragón sin empalmes

NOTA: La siguiente entrada trata sobre temas identitarios y/o humor. Recomiendo la huída al no interesado. Mucho se ha discutido sobre qué sería aquello de las literaturas regionales, los humores regionales, los gustos regionales. Para los diferentes nacionalismos irredentos habría, obviamente, una literatura nacional catalana, un humor escocés o una gastronomía gallega. Lo que no queda tan claro es si Joyce pertenecería a una hipotética literatura nacional irlandesa y Conan-Doyle a una escocesa o estas quedarían circunscritas a lo escrito en gaélico. Mal negocio para los pubs de Dublín y de Edimburgo. Los que son más pequeñicos se tienen que conformar con asumir un papel asignado desde los centros. Así, habría un folclore andaluz, un humor aragonés o una gastronomía alsaciana que existirían solamente como complementos y matices de una identidad centripeta española (o francesa). Y ese folclore o ese humor se habrían deformado hasta lo monstruoso para adaptarse a un papel periférico, su

L'antigor de la llei electoral...

Anoche tenía intención de leer algo, acostarme pronto y descansar. Pero entré en la bodega a comprar cena y vi que había una conferencia-debate sobre sistemas electorales, organizada por una de las asociaciones culturales del barrio. El tema siempre me ha interesado, más por sus aspectos matemáticos que políticos o legales; así que no pude evitar quedarme. El ponente era un profesor de derecho de la complutense, que sabía de lo que hablaba. Lo cierto es que disfruté y aprendí, cené bien, bebí cava y hasta intervine en dos ocasiones. Los sistemas electorales son uno de los mecanismos centrales de las democracias indirectas porque a través de ellos se produce la teórica transferencia del poder desde el elector a su representante. Cualquiera puede darse cuenta de los anacronismos que arrastran (por ejemplo, que el voto de cada diputado o concejal valga lo mismo, independientemente del número de electores que les haya votado). Eso podría tener algún sentido práctico en el XVIII; pero es di