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Mostrando entradas de mayo, 2024

Menudas piezas

Vayamos con la segunda comedia, que vimos en el cine. Casi todas nuestras opiniones se ven influidas por la importancia que le demos al concepto "clases sociales". Para algunos, la existencia de las clases lo explica todo o casi todo en nuestra sociedad. Y reducir las desigualdades entre esas clases se convierte en la misión de sus vidas. Muerto Dios, inventemos nuevas religiones.   Aunque no soy practicante, soy creyente. Y a veces, rezo: "Freeman and slave, patrician and plebeian, lord and serf, guild-master and journeyman, in a word, oppressor and oppressed, stood in constant opposition to one another, carried on an uninterrupted, now hidden, now open fight.. " Si a esto añadimos que también soy ajedrecista; pues resulta evidente que esta comedia recién estrenada me tenía que gustar bastante. Para otros, todo eso de las diferencias y las injusticias y la avería del ascensor social es el aburrido berrinche de los vagos. Ya saben ustedes," yo no veo ni p

Un hipster en la España vacía.

Reseñaré tres comedias que hemos visto últimamente. Y me permitiré divagar sobre la naturaleza del género, como supuestamente hizo Aristóteles en el libro perdido que busca Guillermo de Baskerville en "El nombre de la rosa". Vamos con la primera película. Yo habría olvidado casi inmediatamente el arranque de esa peli. Merche hacía zapping en Netflix y me pareció oír que la historia transcurría en un inexistente pueblo llamado "La Cañada del Infante" o algo así, ubicado en la inefable provincia de Teruel. Y siempre que oigo esa hermosa palabra: "Aragón", atiendo. Así que levanté la vista del móvil y le dije que quizá deberíamos intentar ver esta comedia española de casi 100 minutos de metraje, dirigida por el exitoso Martínez-Lázaro ("La voz de su amo", "13 rosas", "Ocho apellidos..."). El argumento, más o menos, es el siguiente: hay un chico idealista y finico (Lalo Tenorio) que se supone que se dedica a las políticas sobre la

Atlas de un maestro de ajedrez

Pocos ajedrecistas han tenido una vida más novelesca y novelable que Savielly Tartakower (1887-1956). Nació en la Rusia de los zares y se educó en Ginebra y en la Viena de los Habsburgo. Combatió en las dos guerras, en la primera para Austria, en la segunda, para De Gaulle. Tuvo varias nacionalidades, habló muchas lenguas y fue uno de los pocos supervivientes de esa Europa judía, culta, cosmopolita e irrepetible que destruyeron los nazis y sus cómplices, para siempre. Ahora vuelven con otras mañas; pero con el mismo odio al diferente y a la inteligencia y el mismo afán destructor. Como ajedrecista, Tartakower nunca llegó al nivel de Capablanca o Alekhine; pero se mantuvo durante 30 años entre los mejores del mundo. Fue uno de los protagonistas de la llamada revolución hipermoderna, que abrió nuevos universos a la teoría de aperturas, al cambiar la naturaleza de la lucha por el centro del tablero. Fue el autor de numerosos aforismos relativos a la práctica del juego, muchos de los cuale