Reseñaré tres comedias que hemos visto últimamente. Y me permitiré divagar sobre la naturaleza del género, como supuestamente hizo Aristóteles en el libro perdido que busca Guillermo de Baskerville en "El nombre de la rosa".
Vamos con la primera película.
Yo habría olvidado casi inmediatamente el arranque de esa peli. Merche hacía zapping en Netflix y me pareció oír que la historia transcurría en un inexistente pueblo llamado "La Cañada del Infante" o algo así, ubicado en la inefable provincia de Teruel. Y siempre que oigo esa hermosa palabra: "Aragón", atiendo. Así que levanté la vista del móvil y le dije que quizá deberíamos intentar ver esta comedia española de casi 100 minutos de metraje, dirigida por el exitoso Martínez-Lázaro ("La voz de su amo", "13 rosas", "Ocho apellidos...").
El argumento, más o menos, es el siguiente: hay un chico idealista y finico (Lalo Tenorio) que se supone que se dedica a las políticas sobre la despoblación en un partido que tiene poder y que se llama algo así como "Adelante" (risas y sonrisas). Y lo mandan a ese pueblo de la "España vacía", para que intente implementar sus proyectos. Y del contraste entre el arquetipo de político progre y leído, soñador y de amplio vocabulario gramsciano, derridano y marciano y los habitantes del lugar, se supone que saldrán muchas situaciones cómicas, simpáticas reflexiones sobre la vida, ideas para la política municipal, nacional y global y quizás, algún tipo de final feliz (aplausos y risas).
Parece ser que la peli se basa en la novela del mismo título del escritor zaragozano Daniel Gascón. Esta entrada no se refiere a la novela, que no he leído, ni voy a leer. Quiero pensar que la novela me habría parecido algo más digerible que la película. Al fin y al cabo, una parte importante de los "divertidos" contrastes entre el protagonista y sus indígenas turolenses está en los conceptos que manejan. Él les habla del heteropatriarcado y la deconstrucción del especismo y ellos piensan que "es un tonto con iniciativa". Y esa clase de situaciones suelen explotarse mejor en el texto que en la pantalla.
Ya he usado tres párrafos, así que no puedo aguantar más la opinión: la película es una mierda sin gracia y sin contenido. Y lo peor es que te das cuenta en seguida, y no le das tiempo a algunos actores decentes (el Tenorio, la Berta Vázquez y sobre todo, el gran Rellán) a que se ganen el salario. Quizá es que el planteamiento de partida no da para mucho más de 20 o 25 minutos. Y el resto es una tortura, a pesar de los paisajes del Matarranya (Fuentelaespalda y La Fresneda), que han usado como exteriores. ¡Qué pillos son los del cine para organizarse sus escapadas a sitios tan hermosos!
Pienso que en cualquier comedia ha de haber un planteamiento creíble y que los gags deben ir más allá de los tópicos y basarse en la interacción entre los personajes mismos, no en lo que el espectador espera que digan unas caricaturas. Y Martínez-Lázaro debería saberlo. "Ocho apellidos vascos" es buena porque los personajes de Rovira y Elejalde son graciosos y hacen gracia cuando hablan entre sí y van mucho más allá de lo que uno espera de un señorito sevillano con gomina y un vascohablante alcoholizado. Mientras que "Ocho apellidos catalanes" es mala porque los personajes anteriores ya no combinan bien y el resto no son creíbles.
A "Un hipster..." le pasa lo mismo: los colores y la música recuerdan en seguida a "Ocho apellidos catalanes" y todo parece un escenario de cartón piedra. Nada es creíble. Nada es gracioso. Los habitantes de "La Cañada" son unos actores de Madrid interpretando a unos señores gruñones; pero de buen corazón, que hacen como que juegan al guiñote. Pero todo el mundo sabe que la proporción de tontos y de hijos de puta entre la población de la llamada "España vacía" es considerablemente más alta que en las ciudades. Quizá se podría haber usado eso para hacer los chistes. Una de las razones por las que se vació es porque muchas buenas personas se tuvieron que ir.
Puestos a buscar arquetipos, podrían haber creado unos animalicos de animación: un burro, un cerdo, una serpiente o un escorpión haciendo de turolenses rurales y quizá la cosa habría sido más graciosa (y real). Y ya puestos a pedir, que hablaran con algo de acento aragonés, especialmente cuando se descojonan del recién llegado. Pero ya se sabe que el tema de los acentos de provincias no se le da bien al gremio. Y hablando de acentos, el cura del pueblo es el pobre Manquiña (otra vez por este blog) que no se hace gracia ni a sí mismo. Los curas de la España vacía, o bien son ancianos con demencia, que ya no se acuerdan de cuando violaban gallinas, o bien ecuatorianos que bailan cumbia con las feligresas y eso sí que parece gracioso (sobre todo a ellas, a las feligresas, quiero decir).
Y puestos a hacer cosas divertidas, cuando el forano quiere ser alcalde, podríamos reírnos de la corrupción profunda que empapa toda la España rural. Yo me apunto los jornales del Ayuntamiento, tú los de la Sociedad de Regantes y tú los de la Cooperativa agraria. Y colocamos al sobrino tonto en la Diputación. Y
poneos ropa limpia que vamos a la manifestación a pedir más carreteras y
más dinero para la agricultura. Al fin y al cabo se lo dan a los
titiriteros del cine, no dejarán de dárnoslo a nosotros, que tenemos
tractores grandes....Y a reí-nos a to' meter, como diría ese otro genio turolense, el difunto Joaquín Carbonell. El cabroncete no ha tenido que ver esta película.
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