A las películas sobre bodas les
pasa lo mismo que a las bodas. Que son aburridas. Aunque de vez en cuando,
alguno con gracia cuente chistes porque va algo beodo. En “Ocho apellidos
catalanes” el único que hace gracia es Elejalde. Porque los demás están apagados
o previsibles. Es lo que tienen las secuelas. A diferencia de su predecesora, la
historia no tiene ritmo y las parodias sobre los tópicos no escuecen. Las
peripecias de Rovira y compañía podrían haber tenido lugar en cualquier otro sitio
y nos hubiéramos reído o dejado de reír igualmente. Han hecho caja; pero la
fórmula se les ha agotado. Quizá la cuestión es que el encaje simbólico de lo catalán
(frente a lo vasco, lo andaluz, lo español) en el viejo juego de los tópicos y
los chistes regionales no funciona. En plena transición, cuando ETA ponía un
muerto a la semana en el telediario, algún prohombre advertía que el gran problema político
de la España constitucional sería Catalunya, y no el País Vasco y Navarra. Y
acertó.
El independentismo catalán está
fracasando y está triunfando al mismo tiempo. Todo el mundo sabe que no se
puede hacer una DUI con una mayoría tan exigua; pero simultáneamente, todo el
mundo siente que la “desconexión” sigue su curso. Y el independentismo seguirá
venciendo en lo emocional y en lo icónico, pase lo que pase en las elecciones
del domingo y en las que habrá en Catalunya el año que viene. Es cierto que
España, a diferencia de Francia, no completó con éxito el proceso de integración
cultural y emocional en el Estado Nación; pero de ahí a que sea un estado
fallido, como algunos dicen, hay mucho trecho. Así que aún veremos caer muchas
piedras.
Y ese proceso de desconexión
necesita a la mayoría de la población catalana. Y necesita los símbolos y
también lo prosaico, el egoísmo, el “Espanya ens roba”. La obra de Josep
Borrell y Joan Llorach es un librito necesario y recomendable. Con honestidad, reconoce
que no puede combatir al independentismo en el terreno de los sentimientos. Por
lo que se centra en lo “objetivo”. Sea lo que sea eso en el debate político. Concretamente,
trata del cálculo del “déficit fiscal” y del debate sobre la viabilidad
económico-política de una Catalunya independiente. Desmonta con puntería,
números y razones las dos grandes ideas motor que han llevado a abrazar el
independentismo a partes crecientes de la población de Catalunya. Niega que el “déficit
fiscal” de Catalunya sea un expolio, como lo presenta el independentismo y que,
ahorrándose ese presunto expolio, la futura Catalunya sería un país enormemente
próspero. Obviamente, los autores no pueden negar el agravio comparativo que
supone para Catalunya (o para cualquier otra región más rica que la media), la
independencia fiscal de Navarra y el País Vasco ni tampoco que existe cierto “déficit
fiscal”.
Me temo que pocos leerán el libro
en Catalunya o en el resto de España. Porque siempre es demasiado tarde para leer.
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