Ir al contenido principal

Murió Joaquín Carbonell.

Murió Joaquín Carbonell. Como decía un amigo mío: "Ahora se muere mucha gente que antes no se moría". A Carbonell le hubiera hecho gracia la frase. Le gustaban los hallazgos inteligentes, sutiles. Dedicó su vida a encontrarlos, en forma de canción, de chiste, de columna periodística o de novela.

Cuando yo tenía 17 o 18, me grabaron una casette con algunas canciones de su tercer disco: "Semillas" (1978). Esas canciones empaparon mi alma, como los amores y los odios de esa edad. Y todavía me vienen a la boca, cuando estoy feliz y cuando estoy triste. Yo no sabía entonces que Carbonell se había educado bajo las alas de Labordeta; pero capté que las músicas de ambos eran diferentes. Ambos venían de aquel Teruel contradictorio de finales de los 60 que Jiménez Losantos ha descrito muchas veces. Las canciones de Labordeta eran lamentos llenos de rabia por un Aragón despoblado y pobre, las de Carbonell eran retratos ingeniosos de un mundo rural de trigos, amapolas, tiernas cunas y ruidosas tabernas donde todavía mandaban unos curas cabrones y viejos. Mi compañero de carrera, Javi, me invitó a oirlo en directo en algún centro cultural en Valencia en el 93 o 94. Pero la acústica era muy mala y no recuerdo bien lo que cantó. Le perdí la pista durante muchos años. Carbonell también cantaba a Brassens y tenía en su repertorio historias divertidas y canallas de amor y desamor, como toda la legión de cantautores; pero esa parte de la historia me la perdí. Como ya he escrito alguna vez, buscó un difícil equilibrio entre esa lo universal y digerible y lo local (la canción aragonesa). Labordeta y él se complementaban y junto con Eduardo Paz (la Bullonera), fueron la banda sonora del Aragón de la transición, de las reivindicaciones medioambientales y de los años dorados del nacionalismo aragonés. Después, me compraría (o me regalaron) el "Vaya tres", que recogía los conciertos que daban a lo largo y ancho de Aragón 

Labordeta murió el 19 de septiembre de 2010. Carbonell se consagró a homenajear a su maestro y amigo. Puso toda su sensibilidad en el empeño. Y nos arrancó lágrimas.

Fue muchos años después de aquella casette, cuando, gracias a Miguel, de la "Librería Primado", supe de la otra faceta de Carbonell, la de escritor. Lo conocí personalmente y me pareció un tipo inteligente, que cuidaba sus palabras y sabía agradar. Me leí y disfruté mucho de sus obras humorísticas: el "Estatuto de Aragón- Plan B", la "Gran Enciclopedia de Aragón (preta)", y el "Aragón sin empalmes" . Eran otra manera de entender aquella la tierra perdida, lejana y dura. De entenderla mejor. De entenderme mejor a mí mismo.

Sé que hizo biografías y también leí algunas de sus novelas, como "El artista". Y tengo algunas por casa, como "Hola, soy Ángela y tengo un problema" o "Un tango para Federico" a la espera de que les llegue su tiempo. Que les llegará.





Comentarios

Entradas populares de este blog

El secreto de Santa Vittoria.

Golpe de estado en los USA, yo no encuentro el boli, Hitler sigue matando niños en el gueto de Gaza, estas peras de San Juan no tienen ningún sabor, a Macron le pega su mujer, las materias primas se van acabando y la única receta es aumentar el presupuesto militar para la gran rapiña final. Solo nos queda la ilusión de que cuando Bildu, ERC o Pueyo, el de Fonz, fuercen al camarada Pedro a convocar elecciones, el año que viene, la candidata a la presidencia del gobierno sea la madrileña, a ver si se dan el gran batacazo, nos reímos mucho y ellos aprenden de una vez qué es España (y Portugal). Cuando uno envejece en tiempos tan oscuros, se aferra como un aterido náufrago a sus viejos cánones, a sus libros y pelis preferidas. Nos encerramos en nosotros mismos, en nuestras listas y en nuestros hábitos. " En tiempos de tribulación, no hacer mudanza " recomendaba el santo soldado de Loiola. Y muy arriba entre las películas de mi canon está "El secreto de Santa Vittoria" (...

Presentes

Solamente existen dos cosas: la vida y la muerte. La muerte es el segundo principio de la termodinámica, dominante, omnipresente, invencible. La vida es la lucha absurda, desesperada, contra ese principio. Es la excepción, lo heroico, la guerra que se libra sabiendo que se va a perder. La vida son los pimientos de Padrón, mi sobrino saltando las dulces olas del mar Mediterráneo, Francella haciendo de Sandoval en un juzgado oscuro de Buenos Aires, mamándose como un boludo mientras tiene ideas deslumbrantes. A veces, hay más vida y a veces, hay más muerte. Últimamente, nosotros hemos tenido algo más de lo segundo. Murió un primo de Merche de Albacete. Tenía ilusión por viajar y por hacer fotos a la vida, mientras que el cáncer lo iba derrotando, después de una guerra de cinco años de tratamientos, pruebas, dolores, experimentos, viajes a Madrid, más contra experimentos y más dolores. Pero ese hombretón y su retranca seguirán viviendo. En los mejores diálogos de Muchachada Nui está su c...

El niño que miraba al mar (Luis Eduardo Aute)

Tomás, compañero y sin embargo, amigo, me manda esta fervorosa reseña del concierto que compartimos la semana pasada: ¡Aute sigue en plena forma! Será porque nos mentalizamos para un homenaje al maestro, al que suponíamos agostado, será por envidia; pero es lo primero que me sorprendió de un concierto vibrante de música, letra y ritmo. Fue en La Rambleta, en Valencia el 28 de noviembre. Aute ya tiene 71 años, nunca ha exigido mucho a su voz y las mesas de mezclas hacen maravillas, pero todo eso no desmerece que sonó limpio e intenso. Uno no puede menos que preguntarse cuál será el secreto de su vigor, y cómo aplicárselo. Cantó las canciones de su último disco “El niño que miraba el mar” y algunas de sus discos anteriores, ya 46 años componiendo. Al final del concierto se centró en las históricas las de los 70 y 80 después de haber amagado tres veces con terminar e irse. Total 3 horas sin descanso. Se hicieron cortas. Le acompañaron tres músicos muy buenos, incluido s...