Ayer, falleció a los 101 años de edad, José Iranzo Bielsa, conocido como "El pastor de Andorra". El nombre artístico que tuvo como jotero le describía bien. Cuidó el ganado durante toda su vida, junto a su mujer, también centenaria, a pesar de que fue uno de los cantadores de jota más importantes del siglo XX. Varias veces le oí decir a Joaquín Carbonell, que tiene algunas publicaciones sobre él, que José Iranzo era uno de los tipos más extraordinarios y sencillos que había conocido en su vida (y Joaquín ha conocido a tipos interesantes). Al parecer, el matrimonio vivió hasta bien mayores en su tierra de la Andorra de Teruel, en el Mas "el Ventorrillo", sin electricidad ni comodidades. Descanse (descansen) en paz.
No puedo evitar relacionar la imagen de "el Pastor de Andorra" con la de José Castillón Peiret, el protagonista de un precioso libro que compramos en Boltaña en otoño del 2015 y que considero un tesoro. Del bajo al alto Aragón, o viceversa. Se trata de una obra cautivadora, hermosa, tremendamente humana. La recomiendo a cualquiera que pretenda saber algo más sobre los Pirineos, sobre Aragón o sobre un tipo de gentes del campo que han desparecido para siempre. Se trata de "José, un hombre de los Pirineos", quizá el trabajo más ambicioso de mi admirado Severino Pallaruelo, al que ya hemos reseñado aquí.
Pallaruelo convivió en diferentes épocas del año con José, un hombre de 76 años, que junto con su hermana, también anciana, son los últimos habitantes de La Mula, una aldea en las faldas de la Peña Montañesa, cerca del monasterio de San Beturián, en el Sobrarbe. En un cuidado trabajo que combina la etnografía, la fotografía y el documental, transcribe las vivencias y opiniones del viejo montañés. José cuida las ovejas, recoge miel de sus colmenas, trabaja el huerto y hace cucharas de boj (de buxo). Pallaruelo describe con ternura y respeto las tremendas habilidades y fuerzas que permiten a este septuagenario seguir viviendo en medio de los Pirineos, en cada estación del año. José, en el aragonés de La Fueva habla de los animales, de la naturaleza, de sus achaques, de esa tierra despoblada y hermosa, de su vida y de todas las vidas...
"A veces cuando habla de ciertos temas, pasa con sorprendente rapidez de la ironía fingida a la sincera melancolía (...) Me habla con mucho cariño de la herrería, es una casita exenta de una sola planta que se alza a unos cien metros de las casas de la aldea: <Antes pasaba asabelas oras n'a ferrería. En cuanto llobeba me'n iba allí, a luziar jadas u a fer bel cuchillo>. Sin embargo, ahora la ferrería presenta un aspecto lamentable: el tejado ha perdido muchas losas y amenaza ruina (...)"
"Un día hablaba de los entierros y parecía burlarse: <N'as capitals dizen que ba tanta chen t'os entierros, cuatrozientas y quinientas presonas, u mil. Ben de ir por redir-se d'o que s'ha muerto. Se mirarán l'atabul y dirán jode-te, que tu t'has muerto y yo aún estoi bibo <...> Aquí pasa al rebés, no ba casi naide t'os entierros. No i ha chen. No se troba chen ni pa picar a fuesa ni pa llebar l'atabul>"
No puedo evitar relacionar la imagen de "el Pastor de Andorra" con la de José Castillón Peiret, el protagonista de un precioso libro que compramos en Boltaña en otoño del 2015 y que considero un tesoro. Del bajo al alto Aragón, o viceversa. Se trata de una obra cautivadora, hermosa, tremendamente humana. La recomiendo a cualquiera que pretenda saber algo más sobre los Pirineos, sobre Aragón o sobre un tipo de gentes del campo que han desparecido para siempre. Se trata de "José, un hombre de los Pirineos", quizá el trabajo más ambicioso de mi admirado Severino Pallaruelo, al que ya hemos reseñado aquí.
Pallaruelo convivió en diferentes épocas del año con José, un hombre de 76 años, que junto con su hermana, también anciana, son los últimos habitantes de La Mula, una aldea en las faldas de la Peña Montañesa, cerca del monasterio de San Beturián, en el Sobrarbe. En un cuidado trabajo que combina la etnografía, la fotografía y el documental, transcribe las vivencias y opiniones del viejo montañés. José cuida las ovejas, recoge miel de sus colmenas, trabaja el huerto y hace cucharas de boj (de buxo). Pallaruelo describe con ternura y respeto las tremendas habilidades y fuerzas que permiten a este septuagenario seguir viviendo en medio de los Pirineos, en cada estación del año. José, en el aragonés de La Fueva habla de los animales, de la naturaleza, de sus achaques, de esa tierra despoblada y hermosa, de su vida y de todas las vidas...
"A veces cuando habla de ciertos temas, pasa con sorprendente rapidez de la ironía fingida a la sincera melancolía (...) Me habla con mucho cariño de la herrería, es una casita exenta de una sola planta que se alza a unos cien metros de las casas de la aldea: <Antes pasaba asabelas oras n'a ferrería. En cuanto llobeba me'n iba allí, a luziar jadas u a fer bel cuchillo>. Sin embargo, ahora la ferrería presenta un aspecto lamentable: el tejado ha perdido muchas losas y amenaza ruina (...)"
"Un día hablaba de los entierros y parecía burlarse: <N'as capitals dizen que ba tanta chen t'os entierros, cuatrozientas y quinientas presonas, u mil. Ben de ir por redir-se d'o que s'ha muerto. Se mirarán l'atabul y dirán jode-te, que tu t'has muerto y yo aún estoi bibo <...> Aquí pasa al rebés, no ba casi naide t'os entierros. No i ha chen. No se troba chen ni pa picar a fuesa ni pa llebar l'atabul>"
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