Sigo con el tema de la historia de ETA. Al fin y al cabo, sigue presente en la política española. Están los familiares de sus víctimas, los presos, las manchas viscosas de la guerra sucia y algunos partidos políticos que la necesitan para justificar sus imbecilidades. Aproveché los días extraños y largos en Águilas para ver "La línea invisible", en Movistar. La mini-serie cuenta la transformación que se produjo en la organización en la segunda década de los 60. Hasta entonces, se había limitado a "pintadas y petardos", como dice uno de los protagonistas. Una de las facciones llega a la conclusión de que solo conseguirán sus objetivos matando. En ese momento, la idea no parecía tan desencaminada: así era como los cubanos habían echado a los gringos y los argelinos a los franceses unos años antes. ¿Cómo no se iba a poder construir en medio de Europa occidental una Euskal Herria socialista y euskaldun, libre de españoles y franceses? ¿Qué podía fallar? El joven Chabi Echevarrieta, un profesor-poeta de buena familia, gafotas y erdeldun (desconocedor del euskera), es el personaje central de los 6 capítulos. No me creo demasiado la interpretación de Àlex Monner, demasiado joven, demasiado milennial.
Yo conocía la historia de los hermanos Echevarrieta por el libro de Juaristi "Sacra némesis. Nuevas historias de nacionalistas vascos", que se debió perder en alguna mudanza.
En un control de carretera, Chabi asesinó al guardia José Pardines para escapar y a su vez, fue asesinado por la "benémerita", unos días después. A los dos meses, ETA cometía su primer atentado premeditado: mataba al torturador Melitón Manzanas, jefe de la social de Guipúzcoa (muy convincente Antonio de la Torre). Se iniciaba así el sangriento ciclo de acción-represión-acción sobre el que tanto se ha escrito. Precisamente, el último capítulo nos muestra el éxito (relativo) de ese modelo, cuando la policía armada apalea a los que asisten al entierro de Echevarrieta. Muchos han destacado que el principal valor de la serie es presentar a las 3 víctimas como lo que eran: seres humanos. No solo Pardines (un pobre guardia gallego enamorado de una baserritarra) o Echevarrieta (un idealista que no podía entender el infierno que estaba poniendo en marcha), sino Manzanas (un hijo puta que se consideraba a sí mismo más vasco que nadie y quizá tenía razón...).
También durante la pandemia vi "Asier eta Biok", un documental muy interesante del 2013 del actor Aitor Merino. Este cuenta su relación con su amigo de la infancia, el navarro Asier Aranguren, detenido por pertenencia a ETA y reflexiona sobre el "conflicto". Una visión personal del tema, equidistante y lenta; pero honesta y recomendable.
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