He estado en muchas
bodas, demasiadas. Entre ellas, dos en La Mancha. Y no pude evitar acordarme de
aquellos banquetes ruidosos al principio de la peli. La larga sombra de
Almodóvar asomaba. Creo que el llamado “genio de la Mancha” está en la producción. Pero la peli no trata ni de bodas ni de entierros. Un giro argumental lleva a otro tipo de historia: un
thriller entre viñedos y barrancos, con temporeros magrebíes y todoterrenos. Pero
todo resulta falso y poco creíble
Parece un producto
de cartón piedra para el público norteamericano, que verá españoles o franceses
“de verdad” viviendo historias muy tremendas en el Somontano aragonés o en el
sur de Francia. Es como si quisieran vender una postal de la Toscana con más
barro y algo de sangre. Solo eché en falta un par de polvos rápidos. Si es un
producto para el mercado norteamericano, lo entiendo. Todo se queda en una
historia con mucha carga psicológica donde los protagonistas, que no tienen
acento de ningún lugar, hacen tonterías y ponen cara de sufrimiento. No dejé de
preguntarme a quién había engañado el director iraní para poner la pasta para
juntar al Bardem, a la Penélope, al Darín y al Ricard Fernández. Demasiado
elenco (sobran tres o cuatro personajes) y demasiado ruido para tan poca
chicha. Y en el cine no repartían vino.
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