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Los borbones, en pelotas.

Hubo un tiempo en el que los europeos se limpiaban el culo con piedras, pasaban hambre y frío, y pensaban que los reyes eran reyes porque así lo quería un anciano con barbas que vivía encima de los estratocúmulos. Pero luego llegaron el cálculo infinitesimal, la Enciclopedia, los revolucionarios negros de Haití y los revolucionarios blancos de Boston, Charles Darwin, el príncipe Kropotkin y los misiles intercontinentales. La historia, esa cabrona que da dos pasitos adelante y uno hacia atrás. Y se fueron acabando los reyes y los privilegios medievales. Pero como todas las cosas absurdas, siguen quedando algunos, aferrados al trono.

En este rincón del sur de Europa, los medios de comunicación le han dedicado tiempo y recursos abundantes a la sucesión al británico. Cuando palmó la reina vieja, nuestra castiza lideresa nacional, la señora Ayuso, tuvo a bien decretar tres días de luto oficial en Madrid, es decir, en España. El mundo al revés. A llorar por los que fueron los más formidables enemigos de estos reinos tristes. Antiguamente, los caciques, los alcaldes y los administradores de lo público hacían pocas cosas; pero las que hacían, las hacían a lo bestia. Más vale una vez rojo que cien amarillo, pensaban. En cambio, en estos tiempos trumpistas y tramposos, Ayuso no para de hacer bestialidades. La idea es provocar, ofender, dar que hablar, ocupar el espacio informativo, en sus medios y en los de los que serán sus medios algún día. Retomar la batalla ideológica, dicen los muchos consejeros de los muchos chiringuitos, que siempre andan buscando cosas que privatizar mientras la jefa sale en la tele. 

 Y cuando proclamaron rey de Gran Bretaña y de la Commonwealth y jefe de la iglesia anglicana a ese señor feo y atontado, también tuvimos nuestra ración de boato. Hala, a aplaudir durante horas a los que fueron los más formidables enemigos de estos pobres reinos. Doblemente súbditos, doblemente humillados. 

A nadie se le escapa que tal sobredosis publicitaria de la que pasa por ser la principal monarquía del mundo tiene una sola razón: apuntalar simbólicamente la de aquí, que no está en su mejor momento. El rey viejo hizo lo peor que puede hacer un jefe de estado: trabajar para otros estados. Y sigue chuleando al hijo, que hace lo que puede por caer simpático: toca el cajón gitano y se pone un uniforme de combate para recordarnos sutilmente lo de la razón y la fuerza y lo de atado y bien atado. Pero; a pesar de los lameculos, de la prensa rosa y de la prensa amarilla, la historia sigue adelante. Pasito a pasito. Y algún día, los reyes y todas las monarquías, y todas las telarañas medievales serán un recuerdo lejano.

Nuestros borbones serán recordados como una broma de la historia, tan paródicos y absurdos que el historiador del futuro dudará si fueron reales o personajes de ficción. Piensen en el felón Fernando VII (V en Aragón), la fogosa Isabel II (I en Aragón), Campechano y la infanta tonta, y Froilán, el cuarto en la línea sucesoria. Que como personas hayan sido tan desviadas y ridículas no hace peor (ni mejor) al concepto de monarquía y de derechos políticos transmitidos a través del semen; pero hace todo el cuento más divertido. 

En un podcast de "La vida moderna" citaron esta rareza bibliográfica. El opúsculo se publicó en los años previos a la llamada "Revolución gloriosa", cuando consiguieron echar a Isabel II. Recuerden: dos pasitos adelante, un pasito para atrás...Se ha atribuido su autoría a los hermanos Bécquer, aunque esto es discutido. Su objetivo era denigrar la monarquía y los círculos de poder alrededor, resaltando mediante imágenes pornográficas la ninfomanía de la reina.

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