La campaña contra el gobierno adoptó en seguida un viejo truco: el gobierno era el "sanchismo", algo que suena menos legítimo. El "sanchismo" es todo lo malo, todo lo que nos repulsa políticamente, como pagar impuestos, ver moros usando la sanidad pública, que la Unión Europea no nos dé la razón, o no poder emborracharnos antes de conducir. Así simplificamos y no tenemos que entrar a discutir datos. Si hacemos creer que el problema es Sánchez, ese chulo desagradable con un apellido tan poco sofisticado, no tenemos que reconocer que el problema es la sociedad española y sus desigualdades y sus conflictos nacionales.
Detrás de todo este ruido, está el gran elefante en la habitación: el viejo drama de la plurinacionalidad. Vox es, ante todo, una reacción nacionalista española ante el desafío del nacionalismo catalán. Por desgracia, al frente de ese nacionalismo español más radical y convencido, que mueve a varios millones de personas, se han puesto los de las sectas y los terraplanistas; pero la banderita en la pulsera les une. Al menos, de momento. Y por desgracia para el centro izquierda, sin el apoyo parlamentario de los independentistas no pueden hacer las tontadas o las leyes del primer párrafo. Y eso siempre lastrará su legitimidad. Con el presidente Sánchez o con la presidenta Díaz.
Algún genio de taberna condensó ese pecado original en el eslogan "Que te vote Txapote". Breve, poderoso y vomitivo. Los nazis eran muy buenos creando esa clase de eslóganes: "Die Juden sind unser Unglück" o "Heim ins Reich". García Gaztelu, "Txapote" es uno de los más célebres criminales de ETA. Los tribunales lo declararon autor material de la muerte de Miguel Ángel Blanco (concejal del PP) y de Fernando Múgica Herzog (del PSOE y judío). La campaña electoral ha traído su nombre a la palestra pública y ha vuelto a remover el dolor de las víctimas. Algunas de ellas se han quejado, sin encontrar mucho eco. Los votos son los votos y te jodes. y ya te ajustaremos las cuentas a ti y a tu asociación cuando volvamos a controlar el BOE. Ya se sabe que la derecha española siempre ha tenido mucho estómago.
El dolor de las víctimas de ETA sigue ahí, junto a los dolores de todas las otras víctimas. Es una de las heridas sangrantes de la sociedad española (y de la sociedad vasca). ¿Qué se puede hacer ante tanto dolor, ante tanta ausencia? Al menos, no echar sal en la herida. La izquierda abertzale, que también ganará las elecciones del domingo, se pone de perfil siempre que puede. Quiere que el tiempo pase. La derecha española necesita a ETA. Por eso, la película "Maixabel" (2021) no gustó demasiado en algunos círculos de Madrid. Icíar Bollain logró retratar con enorme profundidad el proceso por el cual los etarras asesinos de Juan María Jauregui (del PSOE) pidieron perdón a su viuda Maixabel Lasa. La Portillo, el Tosar y el Olazábal están enormes. Yo me quedé profundamente impresionado y reflexioné sobre la venganza y el perdón. Al final de la película, los amigos de Jauregui (interpretándose a sí mismos) , entonan a modo de despedida fúnebre, "Xalbadorren Heriotzean" la que pasa por ser una de las canciones más hermosas compuestas en euskera. La gran Rozalén también la canta. Los de las pulseras no la escucharán nunca. Ellos se lo pierden.
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