Ardua tarea la de encontrar una peli que nos guste a los cuatro (a Merche, a las dos perritas y a mí). Pero el dios Netflix nos regaló esta comedia romántica, simpática, fantástica y exagerádica. Un negro de una banlieu parisina quiere impresionar a una chica. Y en lugar de hacerse rapero o narco o matar un dragón de extrema derecha, decide subir el Everest. Como hacen los ricos que están en forma; pero sin dinero y sin entrenar. Y lo gracioso del asunto es que lo consigue. Y además se hace famoso en su barrio y la chica cae rendida a sus pies. Con esa sonrisa senegalesa, el final era predecible. Lo raro era que no lo hubiera conseguido. Cuando ya me quité el sabor a miel de mi boca de blanco triste, empecé a darle vueltas a la impostura. Yo me he imaginado muchas veces a mí mismo, subiendo sofocado, clavando trabajosamente los crampones en la infinita cascada de hielo de Khumbu y he visto, sintiendo el vértigo, las aglomeraciones en el Escalón de Hillary. Así que lo que no puede ser n...