Hoy ha caído un chaparrón agradable que ha refrescado las calles de Santo Domingo. El agua corre hacia el malecón. La desmesurada capital de la República Dominicana, la primera ciudad de América, siempre mira al mar. Por ese mar, llegaron los antepasados españoles y los desgraciados antepasados africanos. Por ese mar, llegan de vez en cuando los invasores estadounidenses y los huracanes. Santo Domingo fue el principio de todo: desde allí salieron hacia tierra firme los hambrientos aventureros que conquistaron el mundo para el católico rey de las Españas, el primer puerto, el primer fuerte a salvo de los pobres tahínos que no podían entender el infierno que había venido de otro mundo, más frío y más oscuro. Santo Domingo fue la primera catedral, la primera universidad, la primera ciudad extremeña a miles de leguas de Extremadura, la primera casilla de la terrible partida de ajedrez que las potencias europeas jugaron en las Américas. A Santo Domingo, ruidosa, desordenada, sonriente,...