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Reinos desaparecidos.

Entretuve el final del otoño de 2014 con un tocho gordo, de título impresionante. "Reinos desaparecidos. La historia olvidada de Europa", de Norman Davies. Es un profesor e historiador británico, al parecer especializado en Europa del Este y que ha publicado varias cosas sobre la segunda guerra mundial.

El libro trata sobre algunos estados que fueron y que ya no son. Y ese tema siempre me ha parecido muy interesante, así que la lectura de sus casi 1000 páginas se me hizo placentera. Supongo que a la gente normal no le aporta mucho saber algo de la historia de la multiétnica Galitzia o de la reciente Prusia (actualmente territorios polacos) o de la sorpresiva Montenegro (un estado improbable y que, ironías de la historia, ha subsistido y ha escapado de su absorción por parte de Serbia). Solemos ver la historia como un proceso inevitable, cuyos resultados son los que son, sin que se hayan podido dar otros. Así, los actuales estados nacionales o los proyectos de ellos, a través de sus libros para escolares, de sus mapas del tiempo, de su mitología, tienden a transmitir que siempre han sido y que siempre serán. Y que sus fronteras y su idiosincrasia "nacional" es el resultado inapelable de la historia. Pero Lituania (los lituanos, quiero decir) podrían haber desaparecido, como desaparecieron los antiguos prusianos. Y en el sur de la actual Francia y el norte de la actual Italia, podría haber otros estados, llamados por ejemplo, Borgoña (en el libro, Burgundia) o Saboya (en el libro, Sabaudia). Los líos dinásticos, las maniobras diplomáticas, el azar siempre jugando con la realidad de los humanos.

Como ya habrán adivinado ustedes, la razón principal para comprarle a Miguel el grueso volumen, fue el capítulo sobre Aragón (la corona de Aragón, se entiende). Ese estado, uno de los primeros estados modernos de Europa, con su burocracia, su servicio diplomático, sus parlamentos estamentales y sus letrados y funcionarios, desapareció a principios del XVIII. Sus cenizas aún parecen encender brasas en la actualidad. Ese estado, al que algunos historiadores con demasiada vena lírica llaman "Confederación catalanoaragonesa" y algunos de mis paisanos "Reino de Aragón", confundiendo reino con corona, parecía haber desaparecido para siempre. Pero como canta "La ronda de Boltaña", a la que veré en unos días: "los mapas siguieron trayendo tu nombre, ¿quién puede olvidarse de ti?". Davies concluye su capítulo "Aragón. Un imperio mediterráneo (1137-1714)" con una perspicacia casi impropia: "La política moderna echa a perder, en verdad, casi todos los intentos de recordar la Corona de Aragón con exactitud y afecto. El reino-condado dual, con su larga serie de territorios dependientes, vivió y murió mucho antes de la época de los nacionalismos modernos y su espíritu es difícil de encajar con las pasiones contemporáneas.Su memoria no ha sido adoptada ni por el nacionalismo español, ni por el nacionalismo catalán y ni siquiera por el particularismo aragonés" y cita a Bisson: "Las antiguas piedras guardan ahora silencio. Hablan de (...) luchas, defensas y hazañas; de trabajo rural y ganadería; de plegarias y donaciones, de comercio y de charla, y de vínculos y aspiraciones a través de soleados mares"

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