En la entrada anterior, saqué a colación el viejo tema de si las personas particulares son decisivas en el devenir de la historia o si son las tendencias y las condiciones las que hacen inevitables los grandes acontecimientos. ¿Roma se hubiera transformado igualmente en una autocracia si no hubiera nacido Cayo Julio César en el 100 a.e.c? No sé qué contestarme. En el ajedrez, son los peones anónimos los que dictan la estructura ("la historia") de la posición; pero sin las hazañas de las grandes piezas (los sacrificios de caballo, las maniobras de la dama) no se remataría la partida.
En las plataformas de TV, he visto últimamente dos pelis que hacen hincapié en la importancia de las personas particulares en el resultado final de los procesos históricos. La primera es una peli británica reciente (2019). Trata de la campaña del brexit y se centra en la figura de Dominic Cummings (interpretado por un grandioso Cumberbatch). Se considera a Cummings el cerebro detrás de la exitosa campaña "Take control again". En la peli se le muestra como un innovador visionario sin escrúpulos, que es capaz de oir el ruido de fondo que sobrecoge a los británicos: la xenofobia, la añoranza del imperio, el miedo. Es decir, las semillas del nuevo fascismo que estamos viendo surgir en toda Europa.Y aquí.
También vi "Negociador", una comedia de Borja Cobeaga, sobre las negociaciones del 2005-2006 entre Jesús Eguiguren y ETA. Eguiguren es interpretado por Ramón Barea como un hombre despistado y torpón, que ni siquiera saber usar un móvil; pero que entiende como ha de relacionarse con los descerebrados que tiene delante. ¿Con otros protagonistas se hubiera llegado igualmente al alto el fuego del 2011? No hay chistes en todo el metraje; pero la peli huele a buena comedia.
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