Ir al contenido principal

La fábrica de la ignorancia: la universidad del "como si".


No suelo comentar en el blog lecturas directamente relacionadas con mi trabajo; pero este libro está repleto de ideas interesantes que exceden el mero interés profesional. Obligado es reseñarlo.
El autor, experimentado profesor de humanidades, analiza desde varios puntos de vista la actual universidad española. Y sin grandes berrinches viene a decir lo que muchos pensamos, que el rey está desnudo. Es decir, que aquí todos hacemos "como si". Los alumnos hacen como que aprenden algo útil, los profesores hacen como que enseñan y como que investigan y los distintos Virreyes de esta España de virreinatos hacen como que pagan. Afortunadamente, la sociedad todavía no ha mirado dentro de la institución porque "a pesar de la alta estima que de ella solemos tener los que de ella formamos parte, para los partidos políticos, los empresarios y la mayor parte de la población, la universidad, en realidad, es bastante inocua, y además, dado su aislamiento del mundo real, es bastante mal conocida, de lo contrario no se toleraría que pudiese continuar así".
A lo largo de varios capítulos, el autor enmarca sus opiniones sobre la universidad en visiones más generales. Relaciona muchas de las características actuales de esta organización con las transformaciones ideológicas y políticas de la sociedad española del tardofranquismo y de la transición. Y tiene muchos registros, desde la historia hasta la filosofía. Su mejor hallazgo es poner nombre a las intuiciones que muchos hemos tenido: "Oligarquía y caciquismo en la universidad española" se titula, a lo Costa, la introducción. En algunos casos, me parecen bastante discutibles las vinculaciones simbólicas o ideológicas que plantea: por ejemplo, en el capítulo 1, establece una relación entre la pseudorevolución y la liberación sexual del 68 y el discurso académico dominante en las universidades españolas post LRU; pero tengo que reconocer que esas vinculaciones casi siempre son sugerentes y buenos puntos de partida para un debate en los numerosos breaks para el café que solemos hacer los que participamos en este teatro.
Muchos de los análisis se centran, precisamente, en la psicología de esos escribas modernos que venimos a ser los profesores, especialmente los profesores dedicados a la gestión: "Como (...) somos seres empalabrados, es decir, que vivimos o deberíamos vivir en el mundo del lenguaje y los discursos científicos, aquellos que dirigen las universidades (...) parecen creer en la omnipotencia del lenguaje y del pensamiento, algo que según Freud, era característico de los niños, los paranoicos y los primitivos".

Como no podía ser de otra forma, una parte del libro se dedica al estudio de una de nuestras obsesiones preferidas: la promoción dentro de la jerarquía funcionarial, basada exclusivamente en la publicación de resultados más o menos valiosos en las revistas científicas anglosajonas: "En el mundo universitario más que definir a una persona mediante la fórmula 'yo soy lo que hago o lo que he hecho' se la define mediante la fórmula alternativa 'yo soy lo que digo o lo que he dicho' . En términos literarios, podríamos traducir esta proposición por 'yo soy mi obra' que en los términos académicos actuales sería 'yo soy mi curriculum". En ese sentido, he echado de menos un mayor desarrollo de este punto o de cómo pequeñas minorías académicas se hacen con el control completo de la institución, gobernada aparentemente por procedimientos democráticos. El autor debe saber del tema, porque, al parecer ha ejercido de decano, sin embargo, no propone alternativas. Es lo que tienen los opúsculos.

Quizá la parte más interesante del librillo es la dedicada al análisis de cómo la universidad (sus profesores) ha interiorizado, paradójicamente, el discurso neoliberal dominante, hasta el punto de que se han convertido en "unos capitalistas sin capital, que defienden desde un empleo estatal la movilidad laboral y predican las virtudes del mercado libre, aspirando a crear sólo con la investigación financiada por el dinero público una red industrial privada en un país industrialmente poco desarrollado. Creando así un nuevo icono sociopolítico: el universitario redentor de su país." Puedo dar fe, estoy rodeado de toreros de salón, que serían (seríamos) incapaces de gestionar una heladería durante más de dos semanas de agosto.

Por todo ello, ya habrán deducido que el autor no es optimista al respecto del futuro de la universidad española. Según él, los profesores "viven en el seno de una disonancia cognitiva absoluta, puesto que son incapaces de representarse a sí mismos y a sus instituciones al margen de una economía de la que realmente no forman parte. Si algún día llegasen a formar parte de ella, tal como está ocurriendo en los EEUU y en tantos otros países, tendrían que comprobar que esa misma economía, a la que tanto alaban, les reserva el mismo destino que a tantos y tantos trabajadores: la reconversión o el despido." Amen.

Comentarios

lain entralgo ha dicho que…
El "Yo soy mi curriculum" implica la convergencia a la economía de mercado (o a la meritocracia?), así que ahí no hay disonancia cognitiva que valga. En fin, debería leerme el libro antes de opinar más, pero lo que cuentas suena desde luego a noventayochismo: el "me duele la Universidad (pública)" tan frecuente en cada charla de café o de pasillo. Personalmente, creo que en general hacen falta menos opúsculos y panfletos y más rigor y honestidad intelectual.

Entradas populares de este blog

Las bombas del 11M. Relato de los hechos en primera persona (1).

Todo el mundo dice recordar lo que estaba haciendo la mañana del jueves, 11 de marzo de 2004. Yo estaba durmiendo, y posiblemente, me levanté tarde y con algo de resaca. Quizá por ello, en los primeros momentos, no fui consciente ni de la terrible magnitud del atentado ni de las implicaciones políticas que tenía. No recuerdo exactamente cuándo me enteré de las cifras. Pero como a cualquier persona normal, se me debió helar la sangre en las venas. Acudí con mi hermano a la manifestación del 12 por la tarde. La tristeza no dejaba mucho sitio a la reflexión. Como le pasaba a mucha de la gente que había allí, la última mani a la que había ido fue alguna del año anterior contra la invasión de Irak, ese capricho imbécil del presidente Aznar. Desde su elevadísima altura, había decidido que su sucesor en el cargo sería M. Rajoy. Precisamente, los voceros del gobierno y los votantes del PP más perspicaces sí que advirtieron rápidamente el efecto político que tendría el atentado. La noche del 12

Las bombas del 11M. Relato de los hechos en primera persona (3).

Si no hubiera habido elecciones el 14 de marzo, los hechos que he descrito en la entrada anterior no se habrían puesto en duda. Los posibles fallos policiales y de inteligencia previos a los atentados (especialmente, los relacionados con la llamada "trama asturiana" y el control de la dinamita) habrían sido más o menos ocultados a la opinión pública y salvo en las casas de las víctimas, la vida seguiría más o menos igual. Pero hubo elecciones y el PP y muchos de sus votantes sintieron que se las habían "robado" y que Zapatero era un presidente "ilegítimo". Así que es lógico que, durante un tiempo, en el partido perdedor, negaran la realidad. Necesariamente tenía que ser ETA, porque nosotros nunca mentimos y los que fallaron fueron los votantes, que se dejaron engañar. Ya se sabe que los españoles son flojos e influenciables. En la comisión de investigación parlamentaria del 2004, muchas de las preguntas del PP intentaron, sin éxito, vincular a ETA con los

Las bombas del 11M. Relato de los hechos en primera persona (2).

En la mañana del 11 de marzo de 2004, un grupo de 10 terroristas yihadistas de origen magrebí colocaron trece mochilas bomba en trenes de cercanías en Madrid. Algunos de los terroristas habían sido previamente vigilados por la policía, e incluso alguno ya había sido condenado. No se probó judicialmente quiénes fueron los que dieron la orden y uno de los que puso las bombas no ha sido identificado. Los atentados de Casablanca del año anterior, en los que murieron 33 víctimas y 12 suicidas y las repetidas amenazas contra España en los medios yihadistas eran indicios claros de que se preparaba algo brutal; pero quizá los servicios de inteligencia no funcionaron bien. El explosivo era dinamita Goma-2 ECO. Tanto la dinamita como los detonadores fueron comprados al delincuente asturiano Suárez Trashorras, con el que el terrorista Jamal Ahmidan entró en contacto a través de otro delincuente, Rafa Zouhier. Los tres ya eran conocidos y confidentes de la policía antes de los atentados. E incluso