Eslava Galán es uno de los estajanovistas del panorama editorial español. Hace literatura, ensayo, best-sellers con seudónimo y hasta poesía a razón de dos o tres volúmenes al año. Supongo que debe tener muchas cosas bastante malas. Pero lo que he leído de él me ha parecido soportable. Recuerdo con cariño "El comedido hidalgo"(1994): una novela basada en la vida de Cervantes. Esa figura y ese paisaje: la Castilla decandente y agostada de finales del XVI dan para mucha literatura, supongo. Recuerdo, sobre todo, el final fínisimo de un párrafo que me impresionó, cuando ese recaudador de impuestos manco va con su caballo: "...en dirección a Sevilla, donde late el corazón del mundo".
A principios de julio, leí dos libros de Eslava Galán que andan cogiendo polvo en las estanterías de la casa del pueblo. Me vienen a la mente ahora que veo algo en la prensa de la ciudad sobre el Santo Cáliz que se guarda en la catedral de Valencia. Estos dos libros se podrían clasificar como "libros escépticos" o "desmitificadores".
El primer libro se titula: "Los templarios y otros enigmas medievales" (1992) y es una colección de apuntes sobre diversas historietas pertenecientes a la edad media europea y española (permítaseme la separación). El autor explica lo que convencionalmente se sabe sobre esos temas, es decir lo que pone en la Wikipedia, y después, pasa a desmontar cruelmente las leyendas y misterios que se han ido forjando al respecto. Obviamente, el argumento estrella del esoterismo medievalizante son los "misteriosos" templarios y sus "tesoros" y su "sabiduría" escondida. Han dado para toneladas y toneladas de libros y folletos. Pues bien, los templarios y las otras órdenes militares eran solo eso: estamentos perfectamente encuadrados en la estructura de clases de sus sociedades, que acabaron cuando acabaron sus funciones de control o de poder o de expansión comercial hacia Oriente. Da un poquito de pena; pero esa es la simple y desnuda realidad. Y eso que en mi pueblo y en otros sitios de Aragón andan ahora usando la simbología y las ruinas de los castillos de aquellos gorrones para hacer fiestas y promover el turismo fino. Me parece bien mientras no se olvide que ya no hay ovnis, ni tesoros escondidos, ni dinastías merovingias, ni hijos de María de Magdala, solo la historia de las clases sociales y la lucha por el pan, desnuda y terrible, sin romanticismos ni películas.
El segundo libro es "El fraude de la sábana santa y las reliquias de Cristo" (1997). Uno de los aspectos más curiosos del cristianismo, como religión oficial de Occidente, ha sido la afición a las reliquias. Las reliquias transferían su "poder mágico" a su poseedor y se convertían así en un símbolo de la posición de una ciudad o de un mandamás en la jerarquía política. Desde nuestro punto de vista contemporáneo, tan triste y tan aguafiestas, resulta cómico que haya, por ejemplo, tantos restos de la cruz en la que, al parecer, fue ejecutado el nazareno, que se podrían construir barcos enteros con ellos. O profundizando en el absurdo, que una docena larga de sitios se proclamen poseedores de los restos cárnicos de la circuncisión del mesías. Todo nos puede parecer rídiculo y macabro, como las parodias que hacen de las pelis de terror; pero la fe en esas reliquias constituyó durante siglos una parte fundamental de la fe cristiana. En lo que se refiere a la reliquia más famosa, la llamada "sábana santa" de Turín, se sabe, gracias al Carbono 14, que se trata de una ingeniosa falsificación medieval. Una pseudociencia: la "sindonología", que pretende llegar al conocimiento de Dios (o de su hijo el crucificado) a través del análisis "científico" le da a Eslava Galán para cincuenta páginas de mofa y de cachondeo. Es un abusón. Hace trescientos años no se hubiese puesto tan chulito. Volviendo al principio, los de la catedral de Valencia pueden estar tranquilos: no se pueden aplicar esas pruebas de sabios descreídos al Cáliz, pues la sencilla copa envuelta en el oro y en las piedras preciosos que le pusieron después, es de materia inorgánica.
Hoy, la Iglesia Católica, como ya no puede quemar a los preguntones, adopta un significativo silencio sobre lo de las reliquias: deja a las gentes que sigan adorando momias incorruptas, columas donde se aparecieron hologramas o plumas de las alas del Arcángel San Gabriel. Lo importante es que sean felices y que marquen la casillita.
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