Ir al contenido principal

12 Angry Men.


Como ahora se ha puesto muy de moda lo de los jurados, me dio por sacarme de la biblioteca un DVD con esta famosa película, la obra por excelencia sobre el tema. La historia original fue escrita por Reginald Rose para un teleplay de los años 50. Y dio en el clavo, porque a raíz del éxito hicieron la peli, dirigida por Lumet. En casi todos los países donde se proyectó, dio lugar a secuelas o adaptaciones teatrales. La versión española (en el añorado Estudio 1) tuvo un gran éxito. Un amiguete me comentaba el otro día que, en cierto modo, se consideraba a alguien un buen actor en aquella época si había participado en esa obra. Creo que hubo un remake en los 90, que no he visto.

Los 12 hombres sin piedad (en la traducción española del título) son los componentes de un jurado que tiene que determinar la culpabilidad de un acusado al que todos los indicios parecen llevar a la silla eléctrica. Afortunadamente para él, uno de los miembros del jurado es un tipo de una inteligencia sutil y compasiva. Al volverla a ver, advertí que cada uno de los personajes se ciñe a un rol estereotipado que quizá le resta frescura (el violento, el sumiso, el comercial...) y recordé las muchas páginas que me ha tocado leer en mi vida profesional sobre lideragos, sobre roles y sobre equipos. De todos modos, fue un verdadero placer seguir los diálogos en inglés y la esgrima mental entre los miembros del jurado. En la discusión sobre el crimen se cita el sistema de trenes en altura de Chicago, el llamado "El", que es una de las cosas más curiosas que he visto en mi vida.

Aquí, un jurado determinó hace poco que Camps y Costa eran no culpables del cargo de cohecho impropio. Me imagino que un bondadoso Henry Fonda fue desmontando en las deliberaciones del jurado todos los indicios que tan claros parecían. No tiene mucho mérito, cualquiera que haya visto y oído a Ric Costa se da cuenta de que a lo largo de toda su vida solamente un valor le ha guiado: el servicio desinteresado y honesto a la sociedad. Y el jurado no se ha tragado el montaje que los malvados enemigos del Partido y de los valencianos habían tramado.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Tintalibre:

Nuestro “Fin de Régime” está siendo, como casi todo en esta estepa, lento y tranquilo, un poco provinciano, un poco hortera, aunque nos las demos de postmodernos.  Aquí no hay Rasputines montando a la zarina, sino el pequeño Nicolás haciéndose selfies con la lideresa y el presidente. Pero todo está cayendo, inexorablemente. Se cae de viejo y de podrido. Son les branques de l’arbre de Pujol. Y se va cayendo todo el sistema del 78. Quizá, al final se acelere el proceso y la cosa deje de ser tan tranquila. La sociedad va descubriendo que no solo era el bipartidismo, sino que los medios de comunicación que sustentaban el entramado de las mamandurrias también se han quedado viejos e inservibles. Enternecedor el “yo no soy un político” del director de La Razón, Marhuenda, ese señor tan rarito y con tantos intereses políticos y económicos, que va a las tertulias a hacer de derechoso leído y digno. Siguen ciegos ante lo que está ocurriendo. Desde hace un año, ya no le...

"Romper el círculo" y "Soy Nevenka"

Después de la tormenta asesina y de la guerra civil en los Estados Unidos, volvemos a la pequeña política de nuestra aldea pequeña.  Parece que el errejonazo fue hace mucho tiempo; pero la dimisión del muchacho solo fue hace un mes. Con ese escándalo, quizás se cierra el ciclo que se inició en enero del 2020. Por primera vez en la historia de la España contemporánea, la izquierda se sentaba en el Consejo de Ministros. Pero los círculos no habían tenido tiempo de cuajar, las cloacas, a modo de sistema inmunológico del Estado, hacían su incansable labor de zapa, y además, llegaron una pandemia, un volcán, la tercera guerra mundial y las tonterías de profe de universidad del gran líder, que huyó un año después. Dejaba como albaceas a un equipo de funcionarios mas rositas que rojos y el encargo de tomar el cielo por asalto a unos muchachos con amplio vocabulario postmarxista pero con las paticas cortas y flojas. Los herederos hicieron lo que pudieron para obligar al pillo de Pedro Sán...

El último concierto.

¡Ay de aquel que nunca haya tenido ninguna afición! ¡Pobre del que nunca se haya esforzado para dominar algún arte! El que nunca haya intentado dibujar, cantar, tocar un instrumento, actuar, cocinar o jugar al ajedrez no sabe lo que se ha perdido. Y digo intentar, porque en el intento es donde está la sal que hace la vida más feliz. Y los más felices entre los mortales son aquellos que el arte ha hecho suyos: los artistas, los profesionales, los que han dedicado una vida entera a un oficio creativo. Los que han sido siempre prisioneros. En su esclavitud quizá han sido libres, luminosos.   “A late quartet” trata sobre ellos. Sobre los profesionales muy cualificados: un cuarteto de cuerda en el final de su historia. Cuando tiene que parar la música y salen los demonios que llevan dentro. Zilberman narra todo esto con sutilidad e inteligencia. Aunque la peli tiene algunos altibajos, valió la pena ir a la sesión golfa de los D’Or.