Para aprovechar la última tarde de vacaciones falleras, fui a ver esta
exposición en el Centro Cultural Bancaja, en la plaza de Tetuán, que presentaba
un extraño aspecto bajo la lluvia del primer día de la primavera.
La cartelería comercial es uno de los más curiosos exponentes del arte en
el cambio del XIX al XX. Trabajando en un tema totalmente distinto, ya advertí
el sutil vínculo que hay entre los procesos de transformación económica, la
aparición de la publicidad como parte fundamental de los negocios y la labor
artística en sí misma. Quizá de aquí a unos años, nos demos cuenta de que el
más representativo producto audiovisual de nuestra época no son “Los Simpson” o
“El ala oeste de la casa blanca”, sino los anuncios de Burger King o de Don
Limpio.
Así, la cartelería finisecular, cuyo desarrollo se apoyó en las mejoras en
las artes gráficas, tenía una evidente función práctica y comercial, pero
también transmitía la imagen que las clases industriales tenían de sí mismas y
de su sociedad, a través de un cromatismo acogedor y sugerente. Las marcas o
eventos publicitados se combinaban con el esfuerzo artístico de los autores,
que alcanzaron a través de este medio un altísimo nivel en el dibujo y en la
composición. No es casualidad que sea común usar reproducciones de aquellos
viejos carteles para decorar pisos lindos o locales con aspiraciones, de esos
donde le ponen a la ginebra cosas raras.
La exposición es un extracto de la colección del MNA de Cataluña, así que
abundan las obras de Casas, Rusiñol o Riquer, junto con alguna cosita de Touluse-Lautrec y del que se
considera el cartelista más representativo de la época, Mucha. Eché a faltar
más cartelería norteamericana y sobre todo, algún ejemplo valenciano. Fue precisamente
en el tránsito del XIX al XX cuando algunos subsectores industriales
valencianos (licores, azulejos, etc…) empezaron a usar el cartel artístico como
medio fundamental de difusión, con un iconismo muy relacionado con la visión
folclorista y bucólica de aquella burguesía industrial.
Visitando el Centro Cultural Bancaja , recordé algunos de los ratos que he
pasado allí, sobre todo una visita con los compañeros de trabajo a la
exposición “Visión de España”, con los grandes trabajos de Sorolla que están en
la Hispanic Society de Nueva York. Lo pasamos bien ese día. Pensé con tristeza
cuánto tiempo le quedará a ese Centro Cultural, que tan importante ha sido para
la ciudad de Valencia, ahora que Bancaja ya no es Bancaja, sino un banco en el
lejano Madrid.
Cuando contemplemos en perspectiva los 20 añitos de hegemonía del Partido,
advertiremos que lo peor, hablando en términos económicos, no ha sido ni la
corrupción generalizada ni los insensatos proyectos de autobombo. Eso no ha
sido más que el chocolate del loro, aunque el loro trague como un cerdo. Lo
peor ha sido el largo y terrible proceso de desindustrialización, ante el que
nada se hecho, y la pérdida del sistema financiero. Bancaixa y la Cam eran cajas
públicas. El silencio temeroso de una Generalitat atrapada por las revelaciones
de la rama valenciana de Gürtel, las ha regalado a manos privadas y sobre todo,
lejanas. Cuando el empresario X de Burjassot o el industrial Y de Alcoi vayan a
pedir un crédito adonde esta la nueva sede, ya no serán el sr. X o el sr. Y, solamente
serán dos paletos de provincias con un acento gracioso, como el de los chistes.
Comentarios
Eso sí, discrepo de "Lo peor ha sido el largo y terrible proceso de desindustrialización, ante el que nada se hecho, y la pérdida del sistema financiero. " Que sí, que también, pero si aquello era el chocolate del loro (tiene guasa, el chocolate es tóxico para los psitácidos, habría que reinvestigar el origen y el sentido de la expresión), esto es el loro... del oso polar o del tiburón blanco. Que se desayunan seis loros cada día. ¿Y qué es el tiburón que se como a los loros?
Lo que propicia todo, es el proceso de desestructuración mental colectiva, la pérdida de valores como región, Comunitat, lo que sea, ¡qué puñetas! como GENTE, que ha sufrido nuestra CV en estos 17 años, en particular en los últimos 9. Partiendo de un nivel que no era para echar cohetes (vaya chiste!) hemos llegado a las cotas más altas de la indiferencia. Eso ha propiciado que el pueblo y su gobierno reste indiferente ante el desguace de la estructura financiera/industrial e incluso del entramado sentimental que sostenía todo el tenderete. Ni agua, ni trenes, ni barcos ni superestadios. Vamos, si por necesidades de partido tuvieran que cambiar a Rita Barberà por Mónica Oltra (ya ves, difícil lo pongo!) pues tan contentos.
Es el resultado del proceso de banalización y estupidización del pueblo. Que, obviamente no ha afectado a todo el mundo, pero sí a los más vulnerables, a los menos y más parcialmente informados.
Y no, no creo que si se han callado haya sido (sólo) por estar acojonaos por lo del Gürtel, eso forma parte del proceso en sí, y es a la vez una causa/consecuencia más. Es el resultado de que hace ocho años dijeron:
-¿qué hay que hacer para que no volvamos a ganar unas elecciones tan por los pelos?
-Pues todas las cosas que puedas imaginar.
-Ah, yo soy capaz de imaginar muchas!!
El otro día comentaba con un vasco de un foro sobre los tópicos regionales. Me temo que no me quiso contradecir eso de que aquí no tenemos un estereotipo claro, por no ofender...
Cuídate!
J