Anoche, con Enrique e Íñigo, fui a ver a Xavi Castillo a la sala Matisse, en Valencia. Obviamente, se llenó y es que el tipo se va haciendo cada vez más popular. Xavi Castillo es un showman-monologuista que hace un humor obsceno y violento, gritón y destartalado, sudoroso y sincero. Durante mi estancia en los Estados Unidos, me propuse no ver ni escuchar vídeos ni en español ni en valenciano, pero Guillermo me envió un enlace y no pude evitar seguirlo. Aun me acuerdo de las carcajadas en la soledad de mi cuarto, escuchando a este tipo de Alcoi insultar y ridiculizar sin piedad a la casta que nos gobierna desde hace tantos años. Desde entonces, no me pierdo ni un capítulo de su última creación: el "Veriueu-ho teatre" ("investigation theater", aclara el clown).
¿Por qué Xavi Castillo y Pot de Plom se han hecho tan populares? Porque son los únicos que hacen parodia de los gerifaltes del Partido. Eso les ha costado el ostracismo en el sistema público, es decir, en casi todas partes. Internet bendita.
La incapacidad de las sociedades para reírse de sí mismas es uno de los síntomas más evidentes de su decadencia. Y aquí casi nadie se atreve a hacer chistes sobre la corrupción, sobre la diglosia, sobre el alcoholismo o la homosexualidad de nuestros líderes. No encontraréis en Canal 9 nada equivalente al aragonés "Oregón televisión" o al vasco "Vaya semanita" ¡Qué paradoja! La Valencia que inventó las fallas, ese fenómeno tan subversivo, la Valencia menestral y librepensadora que tanto temía la iglesia, la Valencia creativa y brillante, se ha convertido ahora en un erial disciplinado, gris y decadente. Esa ciudad rebelde y divertida es un paraíso para granujas que trepan como los caracoles, "llepant", o de silenciosos meapilas de oscuras obsesiones.
Con una tele pública secuestrada y unas fallas militarizas y alienadas, ha tenido que venir un tipo de pueblo a hacernos ver lo tremendamente ridícula que es Rita Barberá, esa señora que ha asumido la personalidad de la vieja ciudad. Ha tenido que venir un Capitá Moro d'Alcoi con la voz ronca por el café licor y la fiesta, a vociferar aquello tan valenciano de "Aixó ho pague jo!"
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