El "que se jodan" de Andrea Fabra resumirá esta época. En medio
de la catástrofe, es el lema último del poder desnudo, el eslogan de la razón
de la fuerza en el gran saqueo. Los culiparlantes dinásticos de este
espectáculo rancio ya no necesitan cuidar su lengua ni sus modos. Mientras
quede algo en la caja para los trienios de los de las porras podrán seguir con
la derrama gigantesca que pague las deudas de sus fastos, de sus incendios, de
sus proyectos insensatos. Pero, ¡ay! puede que algún día no quede ni para los
de las porras, como anunciaba esta mañana su correligionario Montoro. Es, en
esos casos, cada 100 o 200 años, cuando la pirámide se desmorona y todo se
llena de polvo y escombros. Hasta los bancos alemanes llegará la escombrera.
Todas las piedras de la pirámide son interesantes. Los grandes mármoles de
arriba, donde está sentada la gente como Andrea y su culo acostumbrado al
escaño y sus cargos hereditarios y su vocabulario chusquero y su impunidad y
sus seis generaciones en el poder. Pero también las piedrecitas de abajo son
interesantes, las de más abajo, donde vive la gente que se jode y que aspira a
vivir un poco menos jodida, siempre infructuosamente, siempre mirando con miedo
a los de las porras y a los que les mandan.
El protagonista de esta cuarta entrega de la saga vive en esa parte de la
pirámide, donde hay más humedad y más bichos, donde nunca toca la lotería. Es el
sitio del lumpenproletariat, de los
humillados, de los hambrientos, de los dolientes y desdichados, de los que
viven cagados. Y por ello, nos hacen tanta gracia a los de las piedras de mitad
de la pirámide. El otrora detective, ahora peluquero de señoras, ex interno del
psiquiátrico siempre logra arrancar una sonrisa con sus razonamientos ingenuos,
sus discursos barrocos, sus desventuras y afanes justicieros.
Muchos reprochan a Mendoza que haya dedicado una parte de su talento a esta
literatura menor, a estas caricaturas del subsuelo. Se le valora por “La verdad sobre el caso Savolta”; pero se le
menosprecia por las irreverentes “Sin noticias de Gurb” o “El asombroso viaje
de Pomponio Flato”. Yo no soy tan exigente. Simplemente, le doy las gracias por
todas las sonrisas que su desdichado detective me ha proporcionado.
No sé cómo llegó a mis manos “El misterio de la cripta embrujada” (1979).
Supongo que algún profesor del insti nos lo recomendó. Me impresionó hasta tal
punto que se lo presté a una chica que me gustaba. No se rían. Supongo que no apreció
tanto como yo el preciosismo del lenguaje en esa parodia de novela negra y
relato gótico, con un argumento absurdo y un protagonista a medio camino entre
el pícaro clásico y un Alonso Quijano de la transición.
Nuestro detective, entre la cordura y el delirio, maneja el lenguaje mejor
que Andrea Fabra; pero se ha llevado tantos golpes que no descuida su trasero: “Soy, en efecto, o fui, más bien, y no de
forma alternativa sino cumulativamente, un loco, un malvado, un delincuente y
una persona de instrucción y cultura deficientes, pues no tuve otra escuela que
la calle ni
otro maestro que las malas compañías de que supe rodearme, pero nunca tuve, ni
tengo, un pelo de tonto: las bellas palabras, engarzadas en el dije de una
correcta sintaxis, pueden embelesarme unos instantes, desenfocar mi
perspectiva, enturbiar mi visión de la realidad. Pero estos efectos no son
duraderos; mi instinto de conservación es demasiado agudo, mi apego a la vida
demasiado firme, mi experiencia demasiado amarga en estas lides.”
Después, me fui leyendo las secuelas de “El laberinto de las aceitunas” (1982),
ambientado en la Barcelona olímpica, y “La aventura del tocador de señoras”
(1990). Aunque inferiores en poder cómico, añadían algo que me gustaba: caricaturas de los poderosos que, de
repente, aparecían en las tramas que pretendía desenredar el protagonista. En “El
misterio de la bolsa y la vida”, la aventura se desarrolla, como siempre, en Barcelona;
pero es una ciudad arruinada y triste, a la que va a llegar Angela Merkel de
visita. Supongo que para darle órdenes a Andrea Fabra mientras la pirámide se va desmoronando.
Comentarios
Tenemos que mandarle el video de Andreíta a Seth Macfarlane. Si "family guy" echara na ojeada a España, tendrían para otras 10 temporadas. pásate por el blogdelsapo, ya he descubierto qué queiría decir Camps con aquello de la locomotora...