Según la organización
Transparencia Internacional, la corrupción política es “el mal uso del poder
encomendado para obtener beneficios privados”
Así que uno sospecha que en
cualquier tiempo y bajo cualquier régimen, ha habido o ha podido haber corrupción
política. En España andamos muy enfadados últimamente, porque hemos descubierto
que el régimen del 78 albergaba mucha podredumbre. Desde el ajado Capitán General
de los ejércitos a los del comité de empresa del Tribunal de Cuentas. Pero
cuando todo parecía ir bien, no nos quejábamos tanto. Al fin y al cabo, en las democracias
formales, los poderosos no son ni mucho mejores ni mucho peores que los
consumidores que los votan. En Alicante votan a la Castedo, belleza de la hoguera
del barrio Princesa Mercedes, mientras que en Bilbao votaban al médico
radiólogo Iñaki Azkuna. Allá cada cual con su voto-compra.
¿Y qué ocurre en las dictaduras? Pues
la cosa en las dictaduras es mucho peor. De partida, el poder público que se
dilapida en cosas privadas, ya es de por sí ilegítimo. ¡Ay del que ose decir
que el rey está desnudo! El exiliado Qiu Xiaolong
Me ha llamado la atención que el
inspector Chen parece taparse la nariz cuando hurga en la basura. Sus poemas y
traducciones sobrevuelan el profundo malestar de la China del XXI. Solo se desahoga una vez en toda la novela:
“Harían falta tres millones de
yuanes para comprar un piso de cien metros cuadrados en un barrio aceptable de
Shanghai. Por consiguiente, un agricultor que cultiva media hectárea, con unos
ingresos medios de ocho mil yuanes al año, tendría que trabajar desde la dinastía
Ming hasta la actualidad, sin contar con posibles catástrofes naturales; un
obrero con unos ingresos mensuales de dos mil quinientos, tendría que trabajar
desde la Guerra del Opio en la dinastía Qing, sin vacaciones, fines de
semana ni interrupciones de ningún tipo;
un oficinista, con un salario anual de sesenta mil, tendría que empezar a
trabajar en 1950, sin comer ni gastar en nada; y una puta tendría que follar
diez mil veces, cada día,
ininterrumpidamente, aunque tuviera la regla, sin dejar de gemir, gruñir y
retorcerse, desde el día en que cumpliera los dieciséis hasta los cincuenta y
cinco, y todo eso sin incluir los gastos inevitables en pintura, muebles y
aparatos para la habitación.”
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