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¿Por qué nos quitan la Justicia Universal?

Miguel me envío personalmente un recordatorio de la conferencia; así que hice un hueco en este junio atareado y ruidoso y me fui a su librería, que es más que una librería. De hecho, ayer se parecía a un pasillo de la Facultad de Derecho. Escuché una terminología a la que no estoy acostumbrado “Comisión rogatoria; archivo; provisión…” pero que me sonaba bien y me sentí a gusto. Incluso me planteé cómo hubiera sido mi vida si me hubiera dado por estudiar allí. Quizá estaría en el turno de oficio, o quizá sería un triste funcionario con más formación que la que corresponde a su triste plaza. Lo que creo que es que no sería alguien tan interesante como los dos abogados que daban la charla. Demasiado valientes, demasiado buenos. Gente de esa que hace que la historia vaya más hacia adelante que hacia detrás. 

Almudena Bernabéu ha llevado el caso Ellacuría y el genocidio guatemalteco ante la Audiencia Nacional. Mientras la oía, mis meses en Guatemala me sonaban lejanos, irreales. Contó, como, por casualidades de la historia, fue la justicia española (especialmente el fiscal Castresana y el juez Garzón) los que consiguieron el arresto de Pinochet y mostraron al público que el concepto de “Justicia Universal” era aplicable, real, vigente y que no solo era medicina para los derrotados en la segunda guerra mundial, sino para los vencedores de otras guerras, para todos los abusadores, para los torturadores de hoy. Quizá dentro de unos siglos se recuerde a este estado, España, solo por ese hito.



 José Elías Esteve ha llevado el caso del genocidio tibetano, que ha sido, a la postre, el que ocasionó las presiones que han llevado a la chapuza jurídica que se trataba en la conferencia. El gobierno chino advirtió al gobierno español que no estaba dispuesto a tolerar que ningún juez independiente se pusiera a investigar el asesinato de 1 millón y medio de personas en su rincón del mundo. Y el gobierno español legisló a toda prisa para que, en su lenguaje, “dejáramos de ser los guardianes del mundo”. Como se dijo en la conferencia, esos de las pulseritas rojigualdas, usan el término “quijotesco” de manera despectiva.

Alguien del público, de rasgos saharuis, nos sacó los colores a todos al preguntar por su tema. Es lo que le pasa a cualquier español honesto con esa parte de la historia. Yo me fui hacia el Puerto con una frase de la abogada Bernabeu rondándome la cabeza. “Para las víctimas, el mero hecho de poder contar lo que han pasado a un juez que les escucha, ya es un principio de justicia, de reparación…”

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