Los bárbaros de las banderas deberían ver ambas para acordarse de que antes de que aquí llegaran los inmigrantes, hubo paisanos suyos que también fueron inmigrantes, con sus pobres maletas a cuestas, con sus costumbres, su ignorancia, sus ganas de trabajar, su música ruidosa y su melancolía. Pero verán estas películas y seguirán echándole broncas a la ecuatoriana que le limpia el culo al abuelo o seguirán opinando que los putos moros no se integran porque no quieren y porque están muy atrasados. Al menos ellos saben que son pobres, no como nosotros, que no sabemos ni lo que somos.
La peli transcurre principalmente en la sexta planta de un edificio de gente bien en París. En esa planta viven las sirvientas españolas. Allí se juntan a curarse la melancolía con vino tinto y cotilleos de sus señores. "Ellas están vivas y nosotras estamos muertas" dice la señora que interpreta Sandrine Kimberlain. El señor de la casa (Fabrice Luchini) acaba viviendo con ellas, en otro cuarto. "Por primera vez en mi vida, tengo una habitación para mi solo". Se pueden imaginar quiénes interpretan a las criadas españolas: la Maura, que es la jefa, la Verbeke, de la que se enamora el señor, la Lola Dueñas, que hace de comunista, Berta Ojea, Nuria Solé y Concha Galán, que mandan dinerito a casa.
Como Merche no quiere ver las películas en VOS, la escuchamos en castellano y nos perdimos los esfuerzos que hacen las chicas españolas o bretonas para comunicarse en francés. En la versión en castellano, usan un truco algo artificioso; pero que funciona. Las conversaciones que se supone que son en francés tienen lugar en el castellano con acento francés que todos los españoles sabemos hacer. En las conversaciones entre criadas españolas, las actrices se han doblado a sí mismas en un impoluto (y falso) castellano estándar.
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