Últimamente, veo mucho la tele. Demasiado. Así que zapeo de vez en cuando por los numerosos concursos de cantantes que pueblan la programación. Hacen versiones, gorgoritos y duetos, se disfrazan y y se ríen, lloran, les votan sus primos del pueblo y van a Eurovisión o a sitios así. Al menos, los que salen en esos programas saben hacer algo: cantar, bien profesionalmente, bien como aficionados con ilusiones de medrar en la pirámide socioeconómica. Valen más que los que salen en los programas del petardeo.
También veo las recopilaciones de viejas actuaciones del gran archivo de TVE. Y como es música de "nuestros tiempos", me gustan mucho. Especialmente, los comentarios de Santiago Segura. Qué músicos tan buenos, todo tiempo pasado fue anterior...
Así que cuando fuimos a los Talía a ver este musical, en seguida me situé. Usando las canciones y el personaje del hispano argentino Luis Aguilé, construyen una comedia musical divertida y bien intencionada. Luis María Aguilera Picca fue un cantante que, en justa venganza por aquellos que se fueron a "hacer las Américas", hizo el camino contrario y se vino a "hacer las Españas". Vamos, un emigrante que hoy hubiera sido considerado aceptable por los psicópatas de extremo centro. Además, el tipo era tirando a rancio. Pero tenía un estilillo provocador y se ponía unas corbatas divertidas. Así que salió mucho en la tele y tuvo muchos éxitos, guardados en nuestra memoria y en los archivos de la tele.
El musical trata de una fábrica familiar de corbatas que se va a pique. Ya saben ustedes aquello de que el capital tiene que crecer siempre, sino, quiebra. Y para solucionar el problema, la Gisela que lo hace muy bien y está buenorra, se pone a cantar acompañada del fantasma del Aguilé. Final feliz y cena veraniega en el corazón mismo de la Valencia antigua.
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