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Causa justa

Muchos críticos cinematográficos consideran al "drama judicial" como un género en sí mismo. En esas pelis, lo normal es que los jueces sean justos, neutrales y sabios. Los abogados se afanan, casi siempre a contrarreloj, en buscar o rebatir pruebas y en convencer al jurado. Y al final, hay una sentencia lógica y consecuente que resuelve el drama. 

"Causa justa" es un drama  de 1995 que tiene todos los ingredientes para ser interesante: manglares, calor, el racismo en los Estados Unidos, la pena de muerte y sobre todo, a Sean Connery. ¡Qué guapo era ese hombre! Ves cualquiera de sus películas y te haces gay o nacionalista escocés. Con mozos así, no me extraña que el Scottish National Party mantenga el 40% del apoyo electoral. La Chunta Aragonesista no pasó nunca del 15%. Se conoce que el bueno de Labordeta no era tan atractivo. Aunque, ahora que lo pienso, el diputado Jorge Pueyo sí que daría como el nuevo James Bond de la Ribagorza. No todo está perdido en el pequeño país del cierzo.

En estadística, se suele llamar Hipótesis Nula a la afirmación de que "no ocurre algo". Esa negación es la característica más importante de la Hipótesis Nula. Es decir, lo "racional" es afirmar que algo "no pasa" o "no es" hasta que haya pruebas suficientes de lo contrario. En términos penales: alguien no es culpable (es inocente) hasta que se demuestra lo contrario. Dicho de otro modo, los indicios que hay se deben a la pura casualidad. Si un detective listo o un fiscal laborioso, demuestran que el acusado es culpable, entonces rechazamos la hipótesis nula, aceptamos la hipótesis alternativa y lo conectamos a 2,45 kV, como a un Kentucky Fried Chicken.

Se llaman errores de tipo I o errores de tipo alfa al error que se comete cuando rechazamos la hipótesis nula, siendo esta la verdadera. Es decir, cuando consideramos a alguien culpable sin serlo, lo peor que puede pasar. Son los falsos positivos. En "Causa justa", como en muchos otros dramas judiciales, hay un posible falso positivo. Por decirlo en romance: un negro está esperando que le apliquen la pena de muerte porque parece que ha violado y acuchillado a una niña rubita. Y lo mejor del asunto es que el que lo hizo cantar fue un poli negro con la mano muy suelta: Lawrence Fishburne. 

Todo suena conocido porque eso ya ha pasado en los Estados Unidos. De hecho, el acusado más joven en sentarse en la silla eléctrica (1944) fue el negro Stinney Muchos años después, en 2014, una jueza de Carolina del Sur determinó que el chico no había tenido un juicio justo. Por desgracia para él, no andaba por allí Sean Connery. 

Las democracias liberales del XIX y el XX, con los Estados Unidos a la cabeza, se caracterizaron por montar sistemas judiciales garantistas que minimizaban la probabilidad de falsos positivos. Si la única violencia legítima es la del estado, era necesario garantizar que esa violencia nunca (estadísticamente hablando) se ejercía contra un inocente. En esa seguridad radicaba gran parte de la legitimidad del sistema y lo hacía más aceptable que cualquier otro tipo de organización social previamente existente. Y con la democracia liberal legitimada, venía el resto del kit: la libre expresión, el derecho a la propiedad privada, el voto universal y la coca cola. 


Aceptar los falsos positivos como mal menor es el síntoma de que algo se está pudriendo en nuestro mundo. Ocurrió, por ejemplo, en la degeneración judicial del tercer reich  Y vuelve a ocurrir. Además, en el centro del sistema, en los Estados Unidos. Para satisfacer la mala baba de sus votantes, el Joker ha ordenado que se detenga a cualquiera que lleve tatuajes y hable español. No sabemos lo que opina Abascal de esto último. Le preguntaremos cuando se levante de la cama. Sin instrucción ni juicio, los morenos detenidos son enviados al infierno. Aceptamos que entre los deportados habrá algún inocente; pero es necesario por el bien de América. En la Alemania de 1933 era por la salvación de la raza. Después del referéndum de 1934, ya no volvió a haber elecciones allí.


 

 







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