Bastantes medios norteamericanos la han calificado como "la mejor película del año". Y no van muy desencaminados. Se trata de una gran película que juega en dos planos. Por un lado, es una historia de personajes complejos y sutiles (es decir, muy reales). Por otro, es una película con contenido, con mensaje (es decir, de las que nos proporcionan coartadas en nuestra vida acomodada y facilona).
La historia toma como punto de partida a un profesor universitario viudo y aburrido (Jenkins) que se limita a dar sus clases (el menor número posible) y a beber vino. Como experto en las dos materias, os aseguro que el personaje está bien conseguido. No hay nada en la vida que le motive. Intenta llenar sus días aprendiendo a tocar el piano. Su rutina sin sentido cambia cuando le envían a Nueva York a una conferencia (curiosamente, sobre "Economía del desarrollo"). Vuelve al piso que tenía allí. Y se encuentra a los otros personajes, que son la Nueva York multicultural, la de los problemas reales, la de la vida, la de la supervivencia.
Lo veremos transformarse y lo veremos volver a vivir. Pero también veremos las historias angustiosas de los sin papeles, de los refugiados políticos. La administración Bush y la suspensión de las garantías legales funciona a toda máquina. Y el mérito de la película es que consigue transmitir lo inhumano del sistema sin grandes aspavientos, sin altavoces. Y para acabar de mejorar la peli, de pronto aparece la maravillosa Hiam Abbas y su rotunda belleza, de la que ya hemos hablado aquí en otras ocasiones. Es su primera peli en inglés.
Volvimos a casa un poco confundidos, un poco insatisfechos. La película había removido algo en nosotros. El sábado por la noche refrescaba.
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