Miramos, pensamos, sentimos. Nuestra mente dedica
unos segundos a algún pensamiento o imagen y luego salta a otro. Alguno de esos
fragmentos se convertirá en un recuerdo, que volverá a ser pensado, junto con
otros. Ese flujo desordenado de breves películas, impulsos, frases, forma nuestra
vida, insignificante y absurda. Así que, en cierto sentido, todo lo que
conforma nuestra personalidad, nuestras pasiones, nuestra alma, no deja de ser
una inestable colección de recuerdos. De breves chispazos dentro de un frágil
caparazón. Somos peces de breve memoria, reinventándonos continuamente, cosiendo
con los jirones del pasado nuevos jirones que se convierten, automáticamente,
en pasado. Y la terrible certidumbre de que somos eso, eso nada más, nos
atormenta.
En una conversación mantenida en un bar cerca de
Portovenere le dicen al narrador: "incluso aquí, en esta mesa, la luz que
es la imagen de mis ojos tarda un tiempo, un tiempo ínfimo, infinitesimal, pero
un tiempo, en llegar a los suyos, y por eso, allí donde miremos, por todas
partes, estamos mirando el pasado." De alguna manera, constata que todo es
recuerdo, todo es antigua luz, todo es pasado. Todo es memoria dolorosa o feliz. Ha acudido allí huyendo del
rodaje de una película, acompañando a la hermosa Dawn Davenport, una famosa
actriz. En Portovenere se suicidó su hija. Embarazada.
Qué bien volver a leer literatura de la buena! Y
es que Merche le pidió consejo al librero para elegir el regalo. Qué bien que,
a pesar de todo, queden libreros que aconsejan tan bien! Qué bien que haya
autores como Banville! Mauricio me explicó que el tipo hacía novela negra bajo
el seudónimo de Benjamin Black. Y que era muy posible que el traductor fuera el
mismísimo Javier Marías, que, al parecer, lo admira mucho. Lo cierto es que,
gracias a la excelente traducción, he disfrutado cada párrafo de esta historia.
Literatura de moda; pero buena literatura.
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