Una de las canciones más
impresionantes de la “Ronda de Boltaña” comienza así “Siempre que se muere un roble allá en el bosque, pierde un viejo dios
mi pequeña nación; siempre que nos nace un niño, el futuro se hace bosque, y
entre robles corretea un nuevo dios”. Para escuchar en directo a la Ronda, nos
subimos al Vallivió, posiblemente el valle más despoblado del Pirineo aragonés,
esa tierra tan hermosa y tan desconocida. Y conocimos a David y a Raquel, que
han construido en aquellas montañas desoladas, su hogar. Y que han sido papás.
Ellos, como otros muchos neorurales, han sido valientes y han ido en busca de
sus sueños. Con mucho esfuerzo, día a día, invierno a invierno. A devolver la
vida a una plantica que parecía casi muerta. A demostrar que todo es posible. Es
difícil describir lo que vivimos cuando la Ronda fue a cantar a su puerta.
El título en francés de “Una casa
en Córcega”, aunque menos comercial, describe bien dónde nos está esperando el
mundo rural: “Au cul du loup”. Fui a la peli por casualidad; pero la empecé a
disfrutar desde el principio. Se trata de una historia sencilla y previsible;
pero bien contada: una chica belga hereda una casa en ruinas en las montañas de
Córcega. Y decide dar un giro a su vida. Restaurará la casa y volverá al país
de sus antepasados. Cuando tiembla de frío o se siente sola en una casa sin
luz, era inevitable recordar a nuestros amables anfitriones del Pirineo. Salimos
emocionados del cine. En mis oídos seguían resonando los versos de la Ronda: “Luciérnaga entre montañas, ¡no te dejes
apagar! Si los hombres permanecen, los dioses ya volverán”
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