Ir al contenido principal

El vuelo de las termitas (Luis Leante)



Hace unos años pusieron unos carteles en el hermoso camino de chopos que va desde mi pueblo a  San Juan. Señalaban un largo sendero en dirección al sur. Todos los caminos en Aragón van al sur. Los carteles balizaban un recorrido de cientos de kilómetros por lo que fueron territorios templarios hacia Caravaca, donde se guarda un fragmento de la cruz. Uno de los muchos lignum crucis que atesora la cristiandad. Este es el único verdadero. Supongo.


No creo que recorra nunca ese camino de los templarios hasta la Región de Murcia. Prefiero los senderos homologados y cartografiados. No soy un peregrino, soy un senderista. Sin embargo, cuando me regalaron esta novela por navidad y barrunté el motivo principal de la historia, me vinieron a la mente los chopos de San Juan y la fiesta que hacen en mi pueblo para celebrar la Pascua. Hogueras, meriendas, caballos, antorchas, jaimas y túnicas de aquellas antiguas órdenes militares, que empujaron, fanática, heroicamente, las fronteras de Aragón y de Castilla hacia ese sur seco y lejano.


La novela empieza, cómo no, en Roncesvalles. La primera parte transcurre en ese monasterio por el que mis pies han andado algunas veces. Habrá pocas obras que hayan sido tan influyentes en su ámbito como “El nombre de la rosa”.  Y luego, hay muchas aventuras. Demasiadas, quizá. La ambientación es buena y las ideas, inmejorables, pero la cosa es demasiado folletinesca. Y se hace un poco pesado ver a los protagonistas dar tantas vueltas y revueltas (el camino de Santiago, Toledo, Murcia) en busca de la reliquia. En busca de sí mismos. 


Todos los viajes son iniciáticos. Porque solo los viajeros, los peregrinos, pueden lograr cierta clase de sabiduría. Como dice el libro latino que marca el leitmotiv de la novela: “Unus inenodabile multa inter millia termes ex domo per caelum fugit, dum fratres ubi nascuntur ibi perituri. Haec Regina est.” (Inexplicablemente, una termita entre millones huye volando del termitero, mientras sus hermanas morirán allí donde han nacido. Esta es la reina).

Comentarios

Entradas populares de este blog

Asesinato en el campo de golf.

La realidad siempre supera a la ficción. Ni el mejor Azcona podría haber imaginado la boda cortesana del otro día ni el más inspirado Berlanga, rodarla. Fue una inundación de imágenes ridículas, un tsunami de mal gusto, una representación prodigiosa y completa de todo lo vano y risible de nuestra sociedad. Dicen que el humor siempre ha de apuntar hacia adentro y hacia arriba y apuntar bien la pistola es difícil; pero las imágenes que, como huesos, tuvo a bien echarnos la tele de Ayuso eran una diana gigantesca, grande como un océano de paradojas. Dispararas donde dispararas, acertabas. NO piensen que les deseo unos tiros o unas bombas a los convidados. Sobre eso, volveré más adelante. Al revés, hay que agradecerles a todos que acudieran disfrazados a la iglesia de San Francisco de Borja para alegrarnos la vida y recordarnos, con humor y gracia congénita, cuán estúpido es nuestro reino y cuán absurda es la existencia humana. Dios, gracias por el fuego y por el humor. Semejante orgía de

The royal game.

La famosa "Novela de ajedrez" de Stefan Zweig suele ser la primera obra literaria que cualquier lector occidental citará en relación al juego-ciencia. La imagen social del ajedrez, o mejor dicho, de los ajedrecistas, ha sido muy influida por esta novela breve. Muchos críticos la consideran la mejor obra del austríaco. Yo prefiero "Momentos estelares de la humanidad".  Zweig publicó "Novela de ajedrez" en 1941, durante su exilio brasileño. Se suicidaría poco después, desesperado ante los continuos triunfos nazis. Hace muchas vidas, vimos la peli " Farewell to Europe " sobre los últimos años del gran escritor.  Un trasunto del mismo Zweig, el misterioso doctor B. viaja en un transatlántico Nueva York-Buenos Aires. A los ajedrecistas, este planteamiento les traerá a la memoria las célebres olimpiadas de 1939, después de las cuales, varios jugadores europeos decidieron quedarse en Argentina. El doctor B. fue detenido por los nazis después del Anschlu

El niño que miraba al mar (Luis Eduardo Aute)

Tomás, compañero y sin embargo, amigo, me manda esta fervorosa reseña del concierto que compartimos la semana pasada: ¡Aute sigue en plena forma! Será porque nos mentalizamos para un homenaje al maestro, al que suponíamos agostado, será por envidia; pero es lo primero que me sorprendió de un concierto vibrante de música, letra y ritmo. Fue en La Rambleta, en Valencia el 28 de noviembre. Aute ya tiene 71 años, nunca ha exigido mucho a su voz y las mesas de mezclas hacen maravillas, pero todo eso no desmerece que sonó limpio e intenso. Uno no puede menos que preguntarse cuál será el secreto de su vigor, y cómo aplicárselo. Cantó las canciones de su último disco “El niño que miraba el mar” y algunas de sus discos anteriores, ya 46 años componiendo. Al final del concierto se centró en las históricas las de los 70 y 80 después de haber amagado tres veces con terminar e irse. Total 3 horas sin descanso. Se hicieron cortas. Le acompañaron tres músicos muy buenos, incluido s