Los estados del centro son, en
general, de relieves planos, de paisajes monótonos. Granjas, pequeños pueblos,
pastos grises y árboles enjutos. O así los recuerdo. Una densa soledad impregna
esos paisajes de caminos rectilíneos y cielos oscuros que, de vez en cuando descargan alguna nevada gigantesca o algún
tornado.
En esos estados viven los
descendientes de los alemanes, suecos, irlandeses, que huyeron de la miseria
europea y se trajeron su hambre, sus dioses austeros, su alcoholismo. Y el
estado más alejado del mar, el estado central por excelencia, es Nebraska. Yo
lo crucé en un tren, que recuerdo lento y triste.
Los protagonistas de la película
también viajan hacia Lincoln, Nebraska. Viajan hacia su pasado, hacia el porqué
de sus soledades. La excusa para la road movie es que el viejo Woody (Bruce
Dern) cree que ha ganado un premio y consigue que su hijo, otro fracasado como
él, lo lleve a cobrarlo desde Montana.
Vamos conociendo así, a través de
la mirada de los otros, la vida de este
anciano al borde de la demencia. La fotografía en blanco y negro, la excelente
selección de actores (incluyendo a los secundarios), nos atrapan en una gran
película, nominada a toda una colección de premios. Prosa de la buena.
Melancolía con olor a bar y regusto a lager americana.
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