Ha sido un mes de octubre silencioso, pasivo. Como si este
calor extraño nos hubiera impedido ir más al cine, o hubiera subido las
estanterías de casa y hubiera hecho inalcanzables los libros. No ha habido alimento
para el espíritu ni entradas para el blog.
En el entierro en Massarrojos, Juan
me recomendó la peli con los argumentos: “es española, está técnicamente muy
bien y la trama cuenta cosas”. Y tenía razón. Se trata de un thriller, que no
defraudará a casi nadie.
Creo que la clave del asunto está
en la coherencia y honestidad que se mantiene a lo largo de todo el metraje. No
hay trampas. El principio es visualmente maravilloso y el director no engaña: va
a jugar con la belleza del entorno natural en contraste con la maldad humana
propia del género. Una y otra vez, las más
duras escenas transcurren en algunos de los sitios más hermosos de Andalucía,
donde la naturaleza y el esforzado trabajo del hombre (de los jornaleros) han
creado tanta belleza que abruma. En esos
marjales se encontrarán los cadáveres. Regresamos a una España que todavía no
se ha ido del todo: la de los señoritos, el miedo y la misoginia
institucionalizada, con los retratos del dictador como oscuro símbolo del
terror que nos espera. Y para seguir con lo previsible, un poli bueno y un poli
hijo de puta, de los que se creían su trabajo. Algo así como “Arde Mississipi”
con Arévalo haciendo de Dafoe y Gutiérrez haciendo de Hackman. Una película
triste sobre un país triste, el de entonces y el de ahora.
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