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Si yo fuera rico.

Más por contentar a Merche que a los sobrinos, fuimos a ver este promocionadísimo remake al Centro Comercial de Lorca. Los chavales, en plena transformación mental y física, están más interesados en todo lo que rodea al cine (comida basura, bolera, compras) que en la peli en sí, que ven como una cosa ajena, para señores mayores, un tributo a pagar a cambio de la tarde del domingo fuera de casa. Merche la había visto muy anunciada (Telecinco, Movistar....) y supongo que necesitaba reir, o al menos, sonreir una vez en esta navidad inacabable.

Yo no tenía demasiadas esperanzas, después del periodo infame con el que nos han zaherido las últimas comedias españolas (huyan de "Lo dejo cuando quiera", "Lo nunca visto" o "Taxi a Gibraltar"). Y efectivamente, la peli es plana, previsible y tirando a sosa. Pero como ya iba vacunado, no me enfadé con esta historia sencillita que cuenta lo que todos nos hemos planteado que haríamos si nos tocara la lotería (¿A quién se lo diríamos? ¿Qué nos comprarías? "If I were a richman" de "El violinista en el tejado" ). La moraleja se anuncia desde el principio: el dinero no da la felicidad, el amor es lo primero, los amigos son importantes y todas esas mierdas con las que disfrazamos la avaricia que está destruyendo al planeta. 

Algo interesante: la historia transcurre en el sitio más hermoso del mundo: Asturias. Y los actores hablan con cierto acento asturiano. Hartico estoy de ver películas que transcurren en Aragón, en Andalucía o en Valencia, donde los actores hablan con un impoluto e improbable acento de presentadores de la tele madrileña.

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