Reseñé esta peli en el programa de radio de Radio Alzira "Blancas o Negras" del 9 de diciembre. Habitualmente, concentro las reseñas que hago allí en entradas conjuntas; pero separo esta porque tiene cierto interés cinematográfico, más allá del ajedrez.
Bobby Fischer fue la gran figura del ajedrez de la segunda mitad del XX. Transformó la manera de jugar, encarnó la figura del individuo-héroe frente a la apisonadora del ajedrez soviético, fue un elemento propagandístico de la guerra fría cultural y, como es obvio, estaba loco como una cabra. O sea, que su figura ha inspirado muchas obras.
Esta peli es un biopic ambicioso y con presupesto. Dirigido por Zwick, con guión de Knight, trata el ajedrez con corrección y se deja ver. La peli se centra en el célebre match por el campeonato del mundo entre Fischer (Tobey Macguire) y Spassky (Liev Schreiber) celebrado en Reykjavik en 1972. "El match del siglo" lo llamaron. Efectivamente, popularizó el ajedrez en occidente. De algún modo, todos los ajedrecistas somos hijos de Fischer y de aquel campeonato. Yo estuve en el Laugardalshöll, donde se jugó en el 2008. Todo lo que rodea a Fischer es sobrecogedor y triste. Como aquella isla lejana, esa piedra en medio del Atlántico donde está enterrado el ajedrecista genial.
Bobby Fischer fue la gran figura del ajedrez de la segunda mitad del XX. Transformó la manera de jugar, encarnó la figura del individuo-héroe frente a la apisonadora del ajedrez soviético, fue un elemento propagandístico de la guerra fría cultural y, como es obvio, estaba loco como una cabra. O sea, que su figura ha inspirado muchas obras.
Esta peli es un biopic ambicioso y con presupesto. Dirigido por Zwick, con guión de Knight, trata el ajedrez con corrección y se deja ver. La peli se centra en el célebre match por el campeonato del mundo entre Fischer (Tobey Macguire) y Spassky (Liev Schreiber) celebrado en Reykjavik en 1972. "El match del siglo" lo llamaron. Efectivamente, popularizó el ajedrez en occidente. De algún modo, todos los ajedrecistas somos hijos de Fischer y de aquel campeonato. Yo estuve en el Laugardalshöll, donde se jugó en el 2008. Todo lo que rodea a Fischer es sobrecogedor y triste. Como aquella isla lejana, esa piedra en medio del Atlántico donde está enterrado el ajedrecista genial.
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