La ciencia, esa hormiguita incansable, cabrona, paciente, tan odiosa y tan valiosa, nos va iluminando. A veces, crea infiernos; pero se da cuenta, rectifica y vuelve a su caminito y nos enseña otro poco de la realidad. Después de siglos de racismo "científico", ahora sabemos que las clasificaciones raciales y todo el montaje social basado en ellas, son, simplemente, eso, una construcción social capciosa y trilera para justificar la expansión europea de los siglos XVI al XX. El estudio detallado de la biología y la genética de poblaciones nos ha enseñado que solo hay una "raza" humana con grados de color. La ciencia nos ha enseñado que los habitantes de mi querida Iberia son muy parecidos genéticamente (en términos estadísticos) a los habitantes de Irlanda; pero en morenito. Que cuando los chinos comen bien, se hacen casi tan altos como los holandeses. Que si los negros no juegan al polo es porque no tienen ni caballos ni tiempo. Que no existe una "raza" alemana, como no existe una "raza" vasca.
Fueron precisamente, la expansión castellana y portuguesa las que necesitaron sistematizar el racismo social como justificación de las estructuras de dominio colonial. El viejo concepto de "limpieza de sangre" aplicado al mundo entero. Los europeos que les siguieron en el saqueo, lo desarrollaron todavía más y le dieron un aspecto "científico". Ya se sabe que esto acabó en las ocurrencias del maldito conde de Gobineau, de Himmler y de otros cuantos millones de psicópatas. Lo que hagáis en las colonias, volverá a la metrópoli como un boomerang. Y si no, que se lo digan a la Segunda República.
Los Estados Unidos son el crisol y la consecuencia última de todo lo bueno y lo malo de la civilización occidental. En su alma, anida el racismo junto con la idea de libertad y de progreso. Lo sabe cualquiera que haya vivido allí. Obama hizo una famosa explicación para niños pequeños sobre esa dualidad fundacional.
Últimamente, he visto dos cosas que tocan ese tema tan estadounidense y tan universal. La serie "Orange is the new black" es una de esas series de Netflix que nos gusta a los dos. En realidad, más a mi mujer que a mí. Es un drama-comedia carcelario. Pero en una cárcel de mujeres, donde la violencia y el ansia de libertad tiene otras formas muy distintas a las historias convencionales de cárceles masculinas. La serie ha ido evolucionando de una manera muy interesante. Las primeras temporadas, se centran más en la protagonista, una rubita WASP que acaba de entrar al trullo. En la tercera temporada, la serie se hace más coral. Vemos a las negras, a las hispanas, a las rednecks con dientes negros por la meta. Cada una con su grupo, con sus miedos, sus vicios y sus ilusiones. Quizá lo más interesante, son los flashbacks de la vida anterior de las internas. Tiernos, fáciles; pero incisivos. Vemos chicas condenadas a acabar en la cárcel debido al entorno en el que viven. También vemos otra cosa muy interesante: privatizan la prisión. En los USA, hay muchas cosas privatizadas, hasta la libertad está privatizada.
Por desgracia, tenemos que ver la serie en castellano, y yo me pierdo los cambios del inglés al hermoso español de América en la versión original. Estamos empezando la cuarta temporada, cuando las hispanas ya son mayoría en la cárcel (acaba de entrar una remesa de dominicanas malotas). La serie muestra bien la importancia que tiene el vocabulario y la propia lengua que se usa en cada ocasión como señal, símbolo de estatus social y racial. La blanquita sabe escribir, sabe hablar y consigue lo que se propone. Las negras hablan de otra manera. Las hispanas cambian al español cuando no quieren que las otras se enteren de lo que planean. Sí, la misma lengua que hablan los cuñaos de aquí.
En la comedia de Spike Lee "Infiltrado en el KKK" ("BlacKkklansman") (2018), el lenguaje, la pronunciación, también son importantes. Gracias a hablar como los blancos, el poli negro (J.D. Washington) engaña al idiota de David Duke, que lo admite en el klan. Por teléfono.
Quizá lo mejor de la peli son esas conversaciones con Duke. El racismo, el supremacismo, se caracterizan por su profunda estupidez. Pensábamos que con el fin de la historia, todos íbamos a estar más formados, todos íbamos a ser menos estúpidos. Pues no. Sigue habiendo cuñaos. En los USA, en Andalucía y aquí. Y esos cuñados votan a partidos con manías y pajas mentales del siglo XVII. Detrás de esos partidos hay gente muy mala, peor que las chicas que salen en "Orange..." y le quieren echar mano a los hospitales, a las escuelas y a las cárceles. Business is business.
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