Ir al contenido principal

El poder del palco

Creo que mañana se juega el Barça-Real Madrid. Es decir, el partido del siglo de este cuatrimestre. Hace años, pensaba que el fútbol era a la política lo que la política era a la economía. Ahora, más bien, pienso que el fútbol ES la política. Y la política ES la economía. 

Yendo a la economía, últimamente, el célebre ex-comisario Villarejo ha sido especialmente activo en los medios. Han emitido dos interesantísimas entrevistas con Pablo Iglesias y con Artur Mas en la radio catalana. Lástima que la actualidad de nuestra pequeña aldea y las crisis internacionales les hayan quitado repercusión a ambas. Mezclando verdades y mentiras, mierda a paladas, palabritas humildes, auto justificaciones y acusaciones en todas las direcciones y hasta algún aviso de que lo quieren suicidar, Villarejo ha venido a confirmarnos lo que ya se sabía. Resumiendo: que al estado español le falta todavía mucho para ser una democracia decente, que todo quedó atado y bien atado, que los medios públicos de los cuerpos y fuerzas de seguridad se usan a menudo para intereses espurios o particulares, que todos los inseparables poderes del estado y una parte importante de la prensa madrileña se movilizaron para difamar y debilitar ilícitamente a opositores políticos, como Podemos o el independentismo catalán. Nihil novum sub sole.

Quizá para agradar a sus anfitriones, Villarejo añadió que el Real Madrid ya compraba partidos antes que lo hiciera el Barça. De sorpresa en sorpresa. Lo que sí me pareció interesante es lo que añadió después, algo así como que Florentino Pérez era intocable. Así, al citar al innombrable, finiquitaba el bonito retrato de un sistema podrido y que hace lo contrario de lo que proclama. El sistema no se entiende sin los nombres y apellidos de los que están más arriba. Y el sistema se los puede cargar, si el sacrificio es necesario para su supervivencia. El sistema llegó hasta el límite de obligar a Felipe González a confesar ante el padre Gabilondo que era el máximo dirigente del terrorismo de estado. El sistema nos permitió saber que Aznar había cobrado dinero de Gadafi como comisionista de Abengoa (algo que tampoco tuvo demasiada repercusión). Hasta tuvieron que obligar al borbón viejo a abdicar porque se había pasado de la raya. Sin embargo, nadie ha sido capaz de descabalgar a Florentino, el gran patrón de todo el asunto, el presidente ad eternum. Florentino ha sobrevivido a las guerras societarias entre gigantes, al escándalo público que debería haber supuesto el caso Cástor, o las orgías de mierda de Gürtel, Púnica o Son Espasas.

Otro indicio de la anormalidad política en la que vivimos es que solamente he encontrado este libro sobre la figura de Pérez (que no sea una hagiografía subvencionada). El periodista Fonsi Loaiza (y la editorial Akal) se atreven con una aclaradora biografía del jefe. Después de leerla, le queda a uno claro quién manda y por qué. Nombres, fechas, lugares, tantos como para saturar la memoria del lector, a la que supongo, como la mía, un poco cansada de tanta hipocresía y tanta corrupción.

Florentino sería así, no solo la clave de bóveda, sino el símbolo último del régimen del 78. El factotum de un capitalismo basado en las obras y en las concesiones públicas, es decir, en los negocios respaldados por el BOE (ganancias privadas y pérdidas públicas). Florentino descubrió hace tiempo que el poder político no se obtenía presentándose a elecciones (lo hizo y no le votó nadie), sino controlando la prensa a través de gentes como Ferreras o Inda. Y también puso en práctica aquello de que el dinero no tiene bandera (de hecho, según el libro, empezó a amasar su gran fortuna a la sombra de las obras públicas en la Catalunya pujolista). 

Hace unos años, estuve en el Palco del Bernabéu, invitado por una gran empresa, y entre bocado y bocado y trago y trago,  me pareció sentir ese "poder del palco". Quizá la tensión política actual se debe a que le están saliendo algunas grietas que no se arreglarán con pintura.

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Mis pequeñas perras, Lara y Bimba, en el Museo del Prado (1).

El otro día, la pequeña Bimba se cagó en la sala 55A del Museo del Prado. Como soy un buen ciudadano, lo limpié rápidamente. No vaya a ser que algún señor pisara la cosa visitando "El triunfo de la muerte", de Pieter Brueghel "el viejo", una de las obras más impresionantes de la colección. Recuerdo la primera vez que vi "El triunfo de la muerte" y sus predecesoras: "El jardín de las delicias" y "Las tentaciones de San Antonio", de Jheronimus van Aken, "el Bosco", que están en la sala de al lado. En la enciclopedia Larousse de casa. Pensé que había un error. Creí, en una primera mirada alucinada y confusa, que, en realidad, aquellas fantasías flamencas no eran trípticos (óleo sobre madera) de finales del siglo XV y mitad del XVI, sino obras contemporáneas. Pensé que aquellas extrañas imágenes de muñequitos, cadáveres y pavos reales eran la broma de un asesino en serie que le quería mostrar a los detectives del FBI todo lo que e...

Mis pequeñas perras, Lara y Bimba, en el Museo del Prado (2)

Mis perritas, Lara y Bimba se pasean todas las mañanas por el Museo del Prado porque es de todos. Es público. Es de los españoles, de la humanidad y de la caninidad.  Cada vez que algo valioso pasa al común, a la universidad, como decían los antiguos, es un pasico adelante en el lento curso de la historia, esa fulana retorcida. El museo, como tal, fue fundado durante el reinado de Fernando VII (IV en Aragón). El llamado "rey felón", además de un pene grande y de un criterio moral pequeño, heredó la más formidable colección de arte pictórico de la civilización occidental. Afortunadamente, en 1814, decidieron dar cobijo a ese inmenso tesoro en el edificio que había diseñado Juan de Villanueva antes de la francesada. En 1869, tras la primera expulsión de los borbones (aplausos y vítores), se declaró el museo y su contenido "bienes de la Nación". Me gusta contemplar el "Agnus Dei" de Zurbarán. El maestro usó varias veces el motivo del cordero sacrifi...

Cónclave

No todo el mundo puede decir que un cura de su pueblo pudo haber sido papa. Yo tampoco puedo decirlo. Al menos, con absoluta seguridad. Pero las historias que he oído al respecto parecen verosímiles. Dicen que después de que Ratzinger renunciara al cargo, en el cónclave de marzo de 2013, se reprodujo la misma división que ya habían sufrido cuando lo eligieron. Así que parecía razonable que buscaran a alguien que suscitara consensos. Además, me figuro que entre los requisitos del nuevo estaba que su lengua materna debía ser el español o el portugués, las lenguas mayoritarias del catolicismo. No es demasiado aventurado pensar que mi paisano estuvo entre los principales candidatos. Lo cierto es que la primera visita del recién coronado Bergoglio fue a Santa María la Mayor, donde tenía el arciprestazgo el de mi pueblo.  Por todo esto, se pueden imaginar el interés con el que fui al cine. Idea de mi sobrino del sur, que ha venido muy cinematográfico estas vacaciones. Los efectos de la e...